¿En qué estaba pensando el presidente Daniel Noboa cuando dio tales imprudentes declaraciones al periodista de la revista The New Yorker? No tengo idea, pero ciertamente no es el primero ni será el último gobernante que meta la pata de esa manera en una entrevista o declaración pública. En otras partes utilizan mucho el término francés gaffe cuando se menciona la metedura de pata, torpeza, pifia, indiscreción a nivel diplomático o social, en la mayoría de casos de forma involuntaria; en otros, con el deliberado intento de ofender o lastimar la sensibilidad de otra persona o grupo.

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En esa línea, quizás el ejemplo más claro de imprudencia política lo daba el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, quien no tenía límites al expresar incluso groserías públicamente; otras veces, de forma privada, como cuando en una conversación telefónica que fue grabada y utilizada en una investigación judicial dijo que la canciller alemana Angela Merkel era una “culona inchiavabile”, recordando también cuando dijo que Obama era “guapo, joven y bien bronceado”, en alusión a su color de piel. En otra ocasión señaló que había tenido que utilizar tácticas de seducción para convencer a la presidenta de Finlandia, sin olvidar cuando mencionó que una eventual rival política, al levantarse en las mañanas y verse en el espejo, siempre se amargaba el día por lo fea que era. Berlusconi fue, en todo caso, un irreverente político y poco mella hicieron sus gaffes en sus seguidores, quienes disculpaban sus desatinos sin mayor reflexión o autocrítica.

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Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil, también es citado por sus meteduras de pata, como cuando en su cuenta de Facebook respondió de forma jocosa un comentario denigrante de un seguidor respecto de la esposa de Macron, lo que originó una fuerte respuesta del presidente francés, quien calificó de extraordinariamente irrespetuosos los comentarios de Bolsonaro. Alberto Fernández, expresidente argentino, señaló en una ocasión que Evo Morales era el primer presidente boliviano en parecerse a un boliviano, mientras que el mandatario venezolano es famoso por sus constantes comentarios impropios, en gran medida como consecuencia de su propia capacidad intelectual. Curiosamente, en los últimos tiempos las declaraciones desafortunadas de presidentes y gobernantes no nacen precisamente de despistes o excesos de confianza, sino de declaraciones hechas con el propósito deliberado de causar malestar y ofensa, lo que se puede comprobar con el intercambio reciente de expresiones entre el presidente argentino, Milei, y el presidente del Gobierno español, Sánchez.

Retomando la idea respecto a qué necesidad tenía el presidente de ser tan locuaz e imprudente y manifestarse en los términos en los que lo hizo respecto de otros presidentes de la región, vale la pena recordar que, antes de ir pregonando que tal o cual declaración fue sacada de contexto, hay quienes han sugerido que el mandatario mejor recuerde, sin tanto drama, esos refranes populares entre los cuales el más útil es también el más sencillo: “En boca cerrada no entran moscas”. Y punto, lección política aprendida. (O)