El subsidio a los combustibles cumple 50 años en 2024. En 1974, cuando el país atravesaba su primera bonanza petrolera bajo la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara, se pensó que las épocas de vacas gordas nunca terminarían. Pero los precios del petróleo cayeron y Ecuador perdió dos décadas.

Durante los últimos 50 años la economía ecuatoriana experimentó cambios importantes.

Uno de ellos fue la apertura comercial con el ingreso del país a la Organización Mundial del Comercio en 1996, medida que se pudo aprovechar gracias a que en 1993 el gobierno de Sixto Durán-Ballén retiró del Banco Central del Ecuador de las operaciones de comercio internacional. Desde ese entonces, los importadores y exportadores fueron libres de conseguir los dólares y venderlos en el mercado libre. Otro cambio importante fue la dolarización. Pasamos de tener una inflación anual promedio de 40 % entre 1983 y 1999 a tener un promedio de 2,7 % entre 2004 y 2022.

El Banco Central y el comercio

Pero del sistema intervencionista profundizado durante las dictaduras militares, los gobiernos democráticos que le siguieron dejaron intactos un sinnúmero de precios controlados, subsidios, empresas estatales y regulaciones engorrosas en todo tipo de mercados, desde el laboral hasta el financiero.

Considerando los pocos cambios estructurales en la economía, podemos identificar los siguientes periodos: “la euforia petro-populista” desde 1974 hasta 1979, cuando la bonanza petrolera nos permitió registrar un crecimiento promedio del ingreso per cápita de 3,8 %; “el estancamiento socialdemócrata” desde 1980 hasta 1999, con un crecimiento del PIB per cápita promedio de 0,19 %; “la dolarización de mercado” desde 2000 hasta 2006, cuando la dolarización combinada con la ausencia de financiamiento externo o interno que alimentara al aparato estatal permitieron que el gasto cayera, la deuda pública bajara y el PIB per cápita creciera un 2,4 % incluso sin bonanza petrolera; y, finalmente, “la larga noche neo-estatista”, cuando vivimos la segunda bonanza petrolera y terminamos con un obeso aparato estatal que rindió un crecimiento promedio entre 2007 y 2022 de 0,7 %. Entonces, de las últimas 5 décadas, Ecuador perdió 3: 2 después de la primera bonanza petrolera y ya vamos una después de la segunda bonanza.

Solamente entre 2015 y 2022 se han destinado $ 76.227 millones a subsidiar los combustibles (45,59 % diésel, 27,30 % gasolinas y 12 % gas licuado de petróleo). Los economistas Pablo Albán y Leonardo Sánchez estimaron los costos implícitos y explícitos de estos subsidios y señalan que hemos gastado en promedio $ 9.528 millones al año. Este es un valor similar al total de la nómina estatal, más de cinco veces lo destinado a la obra pública y casi ocho veces lo destinado a los bonos y ayudas sociales o casi cuatro veces el presupuesto promedio de los últimos seis años para salud pública.

Durante estos 50 años, los subsidios a los combustibles han llegado a ser un ejemplo estrella de por qué el estatismo fracasa: alimenta a poderosos grupos con intereses especiales a costa del resto de la sociedad, particularmente a los de ingresos más bajos; mantiene la democracia y la economía secuestradas en un déficit permanente de transparencia y de recursos que facilita la corrupción y espanta inversiones. (O)