El Día Mundial del Refugiado, celebrado cada 20 de junio, nos invita a reflexionar sobre la situación de millones de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares para escapar de la guerra, los conflictos y la persecución. Este año, el lema “Un Mundo Posible” pone el foco en el poder de la inclusión y las soluciones para permitir que las y los refugiados rehagan sus vidas y contribuyan a sus comunidades de acogida.

Ecuador ha sido históricamente un país de acogida para personas forzadas a huir, especialmente de Colombia y Venezuela. Sin embargo, integrar a estas personas en la sociedad ecuatoriana presenta numerosos desafíos. Entre ellos se encuentran las barreras culturales, así como el acceso limitado a servicios básicos como salud, educación y empleo. La discriminación y el rechazo en algunas comunidades son también agravantes.

Según el último informe elaborado por Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en 2023, el 77 por ciento de los hogares en movilidad humana en el país señalaron como prioridad las necesidades básicas para la supervivencia de su familia (comida, vivienda, ropa), seguido de un 9 por ciento que mencionó las oportunidades de trabajo, salud y educación.

Esto coincide con los resultados del reporte del Grupo de Trabajo para Refugiados y Migrantes (GTRM) en 2023, que afirman que las personas refugiadas y migrantes de Venezuela en Ecuador han identificado, por quinto año consecutivo, como principal necesidad la alimentación, seguido de albergue, empleo y salud. La economía ecuatoriana, que ha enfrentado serias dificultades, tiene limitaciones para poder incluir a todas las personas, incluyendo a las refugiadas. Esto influye en que muchas permanezcan en la informalidad y la precariedad.

En medio de estos desafíos, resuena un mensaje poderoso: en un contexto en el que crecen los conflictos, la violencia, la desigualdad, el rechazo y el desplazamiento, todos y todas podemos aportar a crear un mundo más abierto, solidario y seguro para la humanidad entera. Este mensaje subraya la importancia de la inclusión y la solidaridad. Los refugiados no solo buscan protección; también desean la oportunidad de contribuir positivamente a las comunidades que los acogen.

Los refugiados traen consigo una riqueza de ideas, habilidades y culturas que pueden ser valiosas para sus nuevos entornos. En Ecuador hay numerosos ejemplos de personas refugiadas que han enriquecido la sociedad a través de su trabajo, emprendimiento y participación comunitaria. Cuando se les brinda la oportunidad de encontrar estabilidad y acceder a sus derechos, pueden convertirse en motores de innovación y desarrollo.

La integración de las personas refugiadas no debe considerarse como una responsabilidad únicamente del Estado, sino como un esfuerzo colectivo que involucra a toda la sociedad. Las organizaciones no gubernamentales, el sector privado y las y los ciudadanos tienen un papel crucial en la creación de un entorno inclusivo y de apoyo. La sensibilización y la educación sobre los derechos de los refugiados y la importancia de la solidaridad son fundamentales para combatir la xenofobia y la discriminación, y para crear comunidades más resilientes.

Permitir que los refugiados se sientan parte de nuestras comunidades garantiza que puedan solicitar empleo, matricularse en las escuelas y continuar su educación, y tener acceso a servicios como vivienda y atención médica. Las personas refugiadas, como cualquier otra persona, necesitan estudiar, avanzar en la escuela, generar ingresos y llevar una vida saludable como cualquier otra persona.

En esa línea, también a nivel global estamos buscando soluciones. El “Compromiso Común 2.0″ de la ONU sobre la inclusión de las personas refugiadas se enmarca en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en el Pacto Mundial sobre los Refugiados. Este compromiso promueve la integración de las personas refugiadas en los análisis, políticas y planes de la ONU, apoya a los países de acogida para facilitar su acceso a servicios esenciales y aboga por una responsabilidad compartida a nivel internacional. Así, se busca garantizar que nadie se quede atrás, fomentando un desarrollo sostenible e inclusivo que beneficie tanto a las personas refugiadas como a las comunidades de acogida.

Sin embargo, es clave recordar que cada una y cada uno de nosotros puede hacer una diferencia. Desde pequeñas acciones de apoyo y amistad hasta la promoción de políticas inclusivas y justas, todos y todas podemos contribuir a un mundo donde las personas forzadas a huir no solo encuentren refugio, sino también la oportunidad de florecer y enriquecer nuestras sociedades, que se sientan bienvenidas. La solidaridad es clave, porque el precio de la inclusión es mucho menor que el de la exclusión.

En un mundo cada vez más marcado por la incertidumbre y el desplazamiento, la solidaridad y la inclusión no solo son valores deseables, sino necesarios. Recordemos también las palabras del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres: “Reflexionamos sobre el coraje y la resistencia de aquellos que huyen de la guerra, la violencia y la persecución, y reconocemos la compasión de quienes los acogen”. Las y los refugiados, con su resiliencia y capacidades, nos muestran que, a pesar de los retos y las dificultades, es posible construir un futuro compartido basado en la cooperación y el respeto mutuo.

Construyamos juntos Un Mundo Posible. (O)