Amityville es una población del condado de Suffolk, integrada en la gran conurbación de Nueva York. Un tranquilo vecindario acomodado, profusamente arbolado, que da a una entrada del océano Atlántico. Las casas en su mayor parte se construyeron en la primera mitad del siglo XX, en el clásico estilo americano del Este. En ese rincón, fuera del tráfago de la colosal metrópoli, la tarde del 15 de noviembre de 1974 el joven Ronald DeFeo, consumidor esporádico de drogas sin antecedentes penales, pidió ayuda porque había descubierto a sus padres y cuatro hermanos asesinados. Los vecinos y la policía concurrieron al inmueble típico de la ciudad, en el que vivían los DeFeo. Interrogado por las autoridades, el denunciante cayó en contradicciones y confesó ser el autor. Dio disímiles versiones sobre los móviles que lo llevaron a tan brutal conducta. No se consideraron atenuantes y fue sentenciado a cadena perpetua.
Con variedad de disfraces, niños y adultos llenan las calles céntricas de Guayaquil
Según una de sus historias, había oído voces misteriosas que le ordenaban matar. Esta estratagema llegó a ser sostenida por el abogado de DeFeo, pero fue desechada por los jueces. Poco después, los esposos Lutz y sus tres niños fueron a vivir a la casa en la que se produjeron los crímenes. No había pasado un mes cuando abandonaron la vivienda, argumentando que habían tenido espantosas experiencias paranormales. Luego, famosos ocultistas dijeron haber comprobado la veracidad de estos sucesos. En 1977 Jay Anson publicó una novela titulada Horror en Amityville. Le siguieron varias obras que introducían elementos de horror espiritualista, como posesiones satánicas y presencia de fantasmas en la mansión maldita. Después se llegó a saber que los Lutz, el abogado de DeFeo, algún sacerdote católico y el escritor conspiraron en distintos grados para hacer creíble la historia y lucrar de ella. Estas revelaciones no pararon una inundación de libros, al menos 40 obras se han publicado como precuelas, secuelas o reinterpretaciones del caso. Pero eso no es nada, en 1979 se produjo una película basada en el libro de Anson, a la que siguieron ¡52 filmes relativos al tema!
Los rostros del 31 de octubre en Ecuador
El horror vende. La emoción que despierta este género se debe a la posibilidad de que algo sea relativamente creíble. Eso se consigue gracias a que, de acuerdo con muchos estudios, alrededor de la mitad de los estadounidenses creen en fantasmas. Los europeos no tanto, pero de todas maneras un cuarenta por ciento piensa que existen realidades espectrales o demoniacas. Los japoneses están por ahí, pero no se hacen lío porque tal creencia está perfectamente integrada en su religión. Parecería que en los países latinoamericanos los porcentajes son mayores, aunque no he visto un estudio global serio. Las diferencias entre católicos y protestantes no son significativas, lo curioso es que un cuarto de los ateos y agnósticos da crédito a alguna manifestación paranormal. La Biblia registra ciertos sucesos fantasmagóricos que se consideran claramente reales, como el de la hechicera de Endor. Jesús y sus discípulos creían en fantasmas. Por su parte, el presidente Lincoln y Eloy Alfaro eran asiduos practicantes del espiritismo. Espero que mis lectores hayan tenido un feliz Halloween. (O)