Cuando Washington denunció a inicios de 2022 que, según sus fuentes de inteligencia, Rusia se aprestaba a invadir Ucrania, la respuesta de Moscú fue virulenta. Se acusó a los Estados Unidos de montar una campaña de difamación, se negó rotundamente que semejante agresión habría de ocurrir y se reiteró el compromiso de Rusia de cumplir el acuerdo, por el que respetaría la integridad territorial de dicha nación. La posición de Moscú siguió igual, una negativa rotunda a lo que las fuentes de inteligencia de Washington venían advirtiendo. Hasta que llegó el 21 de febrero de 2022 cuando se convocó a una sesión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para debatir el tema. Pero en esta ocasión el asunto tuvo un giro tragicómico. Nuevamente, durante la sesión, la delegación rusa negó absolutamente que su Gobierno invadiría Ucrania. Dijo que se trataba de un “pánico infundado”. Sin embargo, el representante ruso se retiró del hemiciclo para atender una llamada telefónica. Al parecer en ese momento se le comunicaba desde Moscú que su Gobierno había comenzado a invadir Ucrania bajo el eufemismo de que se trataba de una simple “operación militar especial”. El resto ya es historia.

El Estado Islámico ha sido responsable de al menos 15 ataques en Rusia desde 2015

La semana pasada se repitió en cierta forma el libreto. Washington envió una alerta al Kremlin de que sus fuentes de inteligencia le habían advertido que se estaba gestando un ataque terrorista en Moscú. Putin respondió lo mismo. Que se trataba de una campaña de desinformación y propaganda en contra de Rusia, que su Gobierno tenía un control estricto de seguridad y que el terrorismo no era una amenaza para su país. Luego del brutal atentado de la semana pasada en un teatro de Moscú, Putin no ha tenido mejor idea de acusar a Ucrania de ser la responsable. Poco le ha importado que quien ha reivindicado la autoría de la matanza es el grupo terrorista Dáesh, conocido en un comienzo como Estado Islámico de Irak y el Levante. Putin teme un enfrentamiento con esta salvaje agrupación y ha preferido acusar a Ucrania del atentado. Este será el gran pretexto para redoblar su guerra y, sobre todo, para apretar más su dictadura interna. Su plan de reclutar a medio millón de jóvenes para enviarlos al frente ahora será indetenible. Nadie va a poder cuestionar su decisión de eliminar a Ucrania, a cualquier costo. Una obsesión que ya la tenía antes de la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN. A pocos en Europa les llamará la atención que Putin inicie en este año otra “operación militar especial” contra otro vecino.

Decretan prisión preventiva para cuatro sospechosos del ataque terrorista en Rusia

El recrudecimiento de la guerra en el flanco oriental de Europa y la muy probable expansión de ese conflicto a otros escenarios no debe ser visto como un hecho lejano. La supresión de la democracia en Rusia, su progresivo aislamiento de Occidente y su acelerada militarización tiene consecuencias globales que van a llegar al Ecuador. Y no estamos preparándonos para enfrentarlas. Todo lo contrario. Nuestra dirigencia política miope como siempre sigue empeñada en destruir al Ecuador, en debilitar sus instituciones y en hundir su economía. Basta ver el espectáculo de un mafioso que desde la cárcel y otros fuera de ella, parecen decididos a seguir siendo los dueños del país, amos de la justicia y tiranos de nuestro futuro. Así difícilmente podremos sobrevivir. (O)