En el triste deterioro de la discusión política de las democracias modernas, que aleja de las campañas el tratamiento de grandes temas y privilegia el lograr empatías, sensaciones y apoyos emocionales, se usa también en forma agresiva la negatividad, el tratar con mentiras, medias verdades o a veces verdades de denigrar al oponente.

En esta última campaña, en la cual hasta en la forma más injusta se ha usado a hijos y familiares de los candidatos como elementos de ataque, cosa que jamás se podrá justificar, la agresión mutua ha sido gigantesca.

El pueblo votará hoy, y solo puede haber un ganador y un perdedor, no como en la primera vuelta, en que “ganan” dos y pierden muchos.

A pesar de todo lo que esta campaña ha significado, el país tiene una sola salida, por la inmensa profundidad de sus problemas estructurales. Un déficit crónico, una deuda pública que no puede ni debe crecer más, un tema de subsidios impresentable, una situación crítica del IESS, una falta de apoyo a la minería como fuente alternativa de divisas, una absurda situación de tasas de interés, una gran falta de inversión nacional extranjera, más todos los problemas de institucionalidad. Y como resumen de todo esto, una situación de seguridad que deriva de la falta de oportunidades de empleo, y del enorme deterioro que ha sufrido en sus ingresos el sector informal, caldo de cultivo esto último para la delincuencia.

Por ello, el día lunes postelectoral solo admite una posibilidad para que este país tenga futuro: el compromiso de quien pierda de apoyar las grandes reformas que el país necesita. Convencer al país de que habrá una oposición que no privilegie la destrucción del Ecuador con la clásica práctica de despedazar al Gobierno de turno. Pero esta actitud debe sustentarse en que el gobernante abierta y francamente reconozca que los problemas están ahí, que sus soluciones no son populares, pero que no hay tiempo para seguir pateando la pelota hacia adelante.

Esta polarización que hemos vivido da también la oportunidad de acuerdos inéditos en la Asamblea Nacional, que no requieran de una multitud de voluntades, intereses e ideologías. Son solamente dos grupos. Nada más que dos grupos, que no se someterían al chantaje de minorías perversas, en especial aquella que antes de iniciar el gobierno nuevo ya amenaza al país con movilizaciones, para seguir manteniendo esquemas venenosos que están destruyendo el Ecuador, y que da paso a que muchos piensen que esa minoría está atada a intereses de actividades ilegales, lavado de activos, contrabando de combustibles y más cosas perversas que existen en el Ecuador.

Forjar un acuerdo transparente, ante todo el país, aceptando la gravedad de lo que vivimos, es el único camino que queda para tener una gota de esperanza.

Los países de la América Latina que han avanzado son aquellos en los cuales se han logrado acuerdos mínimos, una agenda nacional, un proyecto de país, del cual estamos muy lejos en el Ecuador.

El día de hoy es clave para el futuro. El lunes postelectoral, tan o más importante, por el mensaje que los dos sectores le den al Ecuador. (O)