En su libro Crisis, Jared Diamond señala que, entre los elementos necesarios para resolver una situación nacional de caos, se requiere el consenso de todos los actores acerca de lo que sucede, después el reconocimiento de las responsabilidades y, luego, la construcción de un mapa para delimitar bien la problemática con miras a buscar salidas.
Esto supone cuatro condiciones: sensibilidad, inteligencia, ética y voluntad por parte de los sujetos involucrados en sus diferentes niveles de incidencia y toma de decisiones.
Pongo en consideración este antecedente debido a la crisis multidimensional que atraviesa el Ecuador en un nuevo periodo gubernamental.
En este contexto, abrir la cancha significa que el Gobierno debe apoyarse en nuevos actores que con conocimiento, experiencia y voluntad puedan apoyar la resolución de la crisis, sobre todo si no le alcanza con lo que tiene: recursos y talentos.
Estos nuevos actores pueden provenir de la sociedad civil, organismos internacionales, Gobiernos de países amigos y de aquellos que tienen especialidad en diversos temas.
Esto no implica debilidad del presidente de la República, sino más bien inteligencia y minuciosidad en un ejercicio de inventario de las posibilidades con las que cuenta para la gobernabilidad, la recuperación económica e, incluso, la reconciliación con sus opositores.
Los refuerzos no sustituyen a los funcionarios del Gobierno, porque pueden asumir un rol temporal que estabilice, apoye y oriente.
En la crisis no hay que descuidar aquello que pueda estar funcionando bien o medianamente bien, pues no se trata de dinamitar aún más el sistema político y sus instituciones. Se debe procurar lo contrario, la identificación de aquello que puede sostener el Estado mientras el huracán pasa y se lleva lo más frágil e inconsistente.
Del otro lado, no hay salida a la crisis, mientras no haya una tregua mínima por parte de los contrincantes: coyunturales e históricos.
Ahora, la situación es tan delicada que agudizar las disputas agrava más el escenario y puede ser un caldo de cultivo para la anomia, es decir, la falta de cumplimiento de la ley, en donde cada cual cumple la norma a su libre albedrío.
¿Quiénes ganan con el caos? Las mafias, así de sencillo.
Si bien un buen diagnóstico de la crisis es esencial, no obstante, no podemos quedarnos en la sobredimensión de las causas ni en culpabilizar a la vaca de todo, como dice el refranero. Atrás ya no podemos regresar, pero sí trazar acciones sostenidas hacia delante con el concurso de las mejores personas y dentro de un esquema claro, metódico, abierto y sujeto a evaluación y corrección.
La experiencia de varios países que han salido, incluso de peores crisis, puso en evidencia la calidad de los liderazgos, la cultura para vencer dificultades, la sensatez y compromiso de los actores y la identificación clara de un propósito para la conducción del país. Después de creadas estas condiciones y en un entorno de cultura diferente, la población será quien escoja sus gobernantes, y con plena seguridad no serán los causantes de la crisis ya superada. (O)