El domingo 11 de abril de 2021 tenemos que, en aparente libertad, escoger entre realizar un ejercicio tal cual salvamento marítimo o permitir el naufragio del barco llamado Ecuador, para demostrarnos que siempre podemos estar peor. Puede que muchos de los que participaron en la contienda electoral desde la primera vuelta no merezcan llamarse candidatos y menos tener la osadía de aspirar a administrarnos, ya que no cumplen con elementales cualidades de líder. Sin embargo, parecería que uno de los postulantes nació predestinado a colocarse la banda presidencial y colgar su cuadro en el salón amarillo del Palacio de Carondelet, junto a otros grandes presidentes y otros grandes osados.

A veces la vida nos ubica en situaciones complejas y sentimos que, tal cual boxeador en cuadrilátero, estamos arrinconados contra las cuerdas sin poder movernos o, lo que es lo mismo, sin poder elegir lo que realmente quisiéramos, como salir de esa esquina, por ejemplo. Hoy, nos guste o no, debemos elegir por uno de los dos candidatos que administrará la nación por los próximos cuatro años, pero con la posibilidad de endeudarnos varias décadas tal como lo han hecho administraciones anteriores.

La presión por el voto útil –descartando el nulo– relacionado a salvar la nación, alejarla del caos y no tocar fondo, nos deja la sensación de que no somos tan libres al momento de decidir. Para empezar, la palabra por sí misma ya representa un problema. Libertad es de aquellos términos que tienen más valor que sentido, que cantan más que hablan, que piden más que responden, por lo que es preferible no entrar en tales engarces complejos de definición de términos propios del mundo filosófico.

Considerando el Estado polarizado en el que vivimos, reconozco que no navega mal quien pasa a igual distancia de dos opciones con “males” diferentes, que para algunos podría traducirse en los planes de gobierno que tienen los dos candidatos de la segunda vuelta electoral. Hay muchos votantes que están en medio sin querer acercarse a ninguno. A veces no es cuestión únicamente de cuidar nuestra propia embarcación, sino de mantener a flote la flota de todo un país. El “yo” debe ser reemplazado por el “nosotros”. Es entonces, cuando el deber cívico que reconoce y lucha por el valor de la democracia y todo lo que el estado social de derecho representa, nos invita a cambiar el curso y acercarnos, nos guste o no, a una de aquellas opciones.

Como ciudadanos debemos reflexionar sobre el valor de elegir y recordar que las decisiones erróneas nos hacen incapaces de salvarnos. En cambio, los candidatos deben reflexionar sobre: 1) “Octubre Nunca Más” junto a casos de corrupción que involucra a dirigentes de la “Revolución Ciudadana-Socialismo del Siglo XXI”; y, 2) “Radiografía de un Atraco”, como se titula el libro del periodista Juan Centurión publicado en 1998.

En el mismo orden. Por un lado, cómo entender el caos generado en el país con los hechos violentos del llamado “paro” de octubre de 2019 y la destrucción de medio Quito y el incendio no casual del edificio de la Contraloría General del Estado. Cómo entender que los principales “líderes” de un partido o movimiento político cuya función es ser “guardián de la democracia”, estén sentenciados o prófugos, y que además se cuestione la dolarización. Por otro lado, cómo entender que en la sesión de la Junta Monetaria del Ecuador que inició a las 16h40 un 16 de marzo de 1996, el representante de los Bancos Privados que podía asesorar a los otros integrantes de la Junta no conocedores del manejo, gestión y control del sistema financiero, permitió préstamos sin verdaderas garantías, para luego comparecer el 19 de junio de 1997 ante el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia y confesar “que la Junta Monetaria no contó jamás con los balances consolidados con los supermillonarios y altruistas fondos”. Recordando a la película dirigida por Jim Gillespie, hay que decirles claro y fuerte a los candidatos que “sabemos lo que hicieron el verano pasado”, y deben tenerlo presente cada mañana al despertar y cada noche al acostarse. Ese pensamiento debe perseguirlo como sombra al cuerpo en el palacio presidencial.

El próximo presidente debe tener presente que, desde Sócrates hasta Nelson Mandela, quienes se juegan por sus ideas nos producen respeto. Los candidatos deben entender que, requerimos de un gobernante que sea de ejemplo admirable y decidido a dejar un legado importante. A quien resulte ganador se le recomienda una dosis de humildad y el deber de recordar cada día de su mandato que El ego es el enemigo, como lo diría Ryan Holiday, y que darles el voto no significa que lo hemos liberado de sus acciones u omisiones. El futuro gobernante debe tener presente que generará admiración si practica lo que predica, inspirando confianza y respeto.

Ante el dilema de tener que votar por alguien, me atrevo a decir que es necesario desterrar a quien más daño le haya hecho a la nación. Respecto al otro candidato, cabe recordar que, si bien no vamos a redimir ese pasado, estaremos atentos a sus actuaciones, esperando que aproveche la oportunidad que hoy le da la vida y al llegar a la presidencia cumpla su palabra de darnos el Ecuador del cambio y del empleo, el país que juntos podemos lograr. Debemos confiar en su experiencia, éxito profesional y que su madurez logre afianzarlo como el líder que necesitamos para que nuestras propias embarcaciones se acoderen al puerto seguro bajo su mando. Buen viento y buena mar. ¡Éxito! (O)