Cuando empecé a conocer la tierra en que nací y viví, me quedé poco a poco cautivada de este pequeño mundo a veces con aroma de café, cacao y otras veces con aroma de frutas deliciosas y lluvias copiosas, es un gusto caminar por el parque contemplar desde el malecón el río Vinces, que acaricia con su brisa y arrulla a su tierra, es un deleite para sus habitantes.

Dios bendijo esta tierra con campos fértiles donde había y hay grandes haciendas productoras especialmente de cacao con el mejor aroma, fue tanta su producción y venta que los dueños viajaban a Francia donde hacían sus transacciones comerciales, muchos franceses compraron tierras llegando a hacer intercambio de cultura y moda.

En París chiquito

Vinces en el siglo XIX fue un referente principal de ingreso económico para el país, es así como, poco a poco, tomó el apelativo de ‘París chiquito’.

Publicidad

Los hijos de dueños de haciendas viajaban a estudiar a Francia y era muy común ver a los abuelos con saco, bastón y sombrero, las abuelas con vestidos de encajes de seda y abanico parecía todo un cuento colonial, las costumbres de ese tiempo estaban entrelazadas perfectamente formando un cuadro grande de hermosa naturaleza, cultura, trabajo y honestidad.

Fue así como esta bella tierra fue surgiendo por la voluntad y generosidad de sus habitantes que donaban solares para la edificación de instituciones, tenemos como ejemplo el municipio de Vinces, que es una joya arquitectónica, patrimonio del Ecuador que se levanta airoso desde donde se contemplan el parque, la iglesia y el río. En este municipio dieron sus discursos grandes expresidentes como Velasco Ibarra, recordando la frase histórica: “Dadme un balcón”. Los estudiantes en épocas de fiestas y cantonización se lucían con sus oratoria y recitaciones.

Esas bellas historias resumidas del pasado las debemos conocer en el presente para seguir luchando por un futuro de honor y justicia, y así serás, por siempre Vinces, París chiquito.

En este municipio funcionaba el correo que en esa época los jóvenes nos escribíamos y hacíamos amigos de otros países.

Publicidad

También abajo funcionaba una bella y maravillosa biblioteca, todos sus muebles eran de madera y había muchos libros. Los estudiantes íbamos una vez a la semana, nos llevaban nuestras maestras, uniformados y en fila. La primera vez que entré jamás la olvidaré: ver estanterías bien cuidadas y limpias, dando un ambiente de respeto, encanto y cantidades de libros, muchos en francés. El primer cuento con gráficos grandes que llegó a mis manos para leerlo me hizo recorrer un mundo imaginario donde empecé a preguntarme si conoceré algún día otros mundos.

‘Crónicas urbanas de París Chiquito’

Así, este hermoso cantón fue creando su propia historia y por generosidad de sus habitantes llegó a progresar y tener una vida social y comercial activa. Tiene una réplica de la Torre Eiffel gracias a la generosidad de sus hijos y es su símbolo de presentación ante el mundo. La noche veneciana atrae miles de turistas por sus bellos desfiles en góndolas. Es el primer balneario de agua dulce, son copadas sus playas por muchas familias visitantes. Tiene el humedal Abras de Mantequilla, declarado reserva de categoría Ramsar con flora y fauna únicas. Sus fiestas de cantonización, celebradas el 14 de junio, y las patronales, el 10 de agosto, invitan a pasar momentos bellos.

Publicidad

El vinceño sabe que desciende de gente noble, de campesinos, agricultores, comerciantes, trabajadores, que tienen como objetivo la superación por medio de sus estudios y trabajo siempre basados en valores de respeto honestidad, y es así como sus historias son un himno a la vida basada en el amor y prosperidad. Aquí, en este cantón, surgieron las primeras mujeres emprendedoras, aquí todavía encontrarán personajes que son íconos para todos los jóvenes por haber contribuido al engrandecimiento de su tierra natal con su trabajo digno y honrado por más de 60, 70 y 80 años, hoy descansan en sus casas construidas con el sudor de su frente.

Los Gran Cacao: el auge económico de una generación

Hablar del maestro vinceño es recordar personajes de respeto, dedicación y amor a su profesión, nos transmitieron el amor a las letras, al arte, la ética y moral eran sinónimos de ellos, al ingresar a las aulas con sonrisa y rectitud decían “como decíamos ayer”.

Esas bellas historias resumidas del pasado las debemos conocer en el presente para seguir luchando por un futuro de honor y justicia, y así serás, por siempre Vinces, París chiquito. (O)

Alicia Carriel Salazar, profesora, Guayaquil

Publicidad