Hemos pasado las festividades de la madre y el padre y si somos sinceros con nosotros mismos lo que más debemos a estos seres amados es la gratitud por el solo hecho de habernos permitido participar, sin haber hecho ningún mérito, de la belleza de la vida y de tan bello universo.

Nos duele la ingratitud

Debemos agradecer a Dios por habernos dado inteligencia de la cual no goza ningún otro ser en la naturaleza. Un cerebro con más de 100.000 millones de neuronas, cada una capaz de captar ideas y pensamientos. Debemos sentir gratitud con Dios por dotarnos de todos los sentidos: vista, oído, gusto, tacto, olfato, cada uno dispuesto estratégicamente por debajo del cerebro, más abajo un corazón que desde que nos engendran comienza a desarrollarse y a latir 70 veces por minuto y nos acompaña hasta el último segundo de nuestra vida; más abajo los órganos sexuales y las células germinales por millones para que en una libre competencia sea solo uno o más los que puedan acceder a la vida y a la supervivencia; y más abajo los pies proyectándose siempre hacia adelante para andar sin parar hasta alcanzar nuestras metas.

En la manada jamás tendrás libertad

Seamos agradecidos a la gran conciencia universal por habernos dado todo hecho, el sol, la luna, las estrellas, el fuego, el agua, la tierra, la semilla, los valles, los ríos, las montañas, el aire, la luz, los átomos, las células, todas las cosas esenciales y darle al ser humano el eterno privilegio de descubrirlas y disfrutar de sus descubrimientos y darse el honor que por su esfuerzo los llamen sabios o genios. Debemos ser agradecidos con todo ser vivo, porque por este intercambio de energía y acción se hace posible el esplendor de la vida.

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Eres lo que amas

Demos gracias a Dios, esa energía eterna e infinita que nos diseñó a su imagen y semejanza con 99 % de espíritu para asegurarse de que volveríamos a él para disfrutar de su esencia hasta el infinito, hasta la eternidad. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro