Nuestro país, a no dudarlo, es demasiado óptimo y bendecido, no solo por la belleza de sus paisajes, la variedad de su clima, su flora, su fauna, sus riquezas minerales y, especialmente, por la calidez de su gente, lo que la convierte en un verdadero paraíso codiciado por turistas tanto nacionales como extranjeros. Desde luego hay que mencionar nuestra riqueza cultural en cuanto se refiere a sus costumbres ancestrales, leyendas y tradiciones, elementos que, a no dudarlo, deberían enorgullecernos, pues son las que definen nuestra identidad cultural.

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Es menester entonces hacer acopio de estas pródigas riquezas y tratar a toda costa de difundirlas por todos los medios a nuestro alcance, más aún tomando en consideración que el mes de noviembre, según la declaratoria municipal de Quito SG 2543, ha sido declarado como el mes de la leyenda y la tradición ecuatoriana. Esto implica que los ecuatorianos deberíamos indagar y promover la memoria colectiva sobre los personajes mitológicos que dieron origen a esta difusión en conocidas leyendas y mitos, con personajes como duendes, aparecidos, fantasmas, almas en pena, cucuruchos, chamanes, viudas, cucos, etc.

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Cambien el yo, por el nosotros

Nos preguntamos entonces: ¿por qué no hacer acopio de estas costumbres e incentivar a los escolares (niños y jóvenes) a conocer estos imponderables tesoros culturales, organizando diversas actividades alusivas como concursos escritos y orales, dramatizaciones, videos, obras de teatro, trabajos de investigación sobre las leyendas que se cuentan en las diferentes regiones (Costa, Sierra, Oriente e Insular) como por ejemplo: La mano negra, la caja ronca, el Yavirac, el padre Almeida, Bella aurora, etc., todas ellas poseedoras de maravillosas y auténticas historias y leyendas de gran interés y valía, dignas de ser conocidas por propios y extraños y tratar de difundirlas tanto a nivel nacional como internacional para, de esta manera, ir reemplazando a las celebraciones foráneas e importadas como el Halloween.

Menos mal no era Ecuador

Estos cambios culturales son, sin duda, otra manera de respetar y rendir pleitesía a nuestro amado suelo patrio, protegiendo nuestra identidad y dando valor a lo auténticamente nuestro. (O)

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Fabiola Carrera Alemán, escritora, Quito