Esta idea surgió en relación con la nota publicada por este Diario en su versión impresa, titulada “No ve, pero canta con el corazón”, el pasado 7 de marzo, donde se narra la historia de una mujer no vidente en Guayaquil que utiliza la música como forma de expresión y lo considera su ‘lugar seguro’.

Andrea Olmos, quien perdió la visión, encontró en la música su ‘lugar seguro’ y fuente de ingresos para su familia en Guayaquil

A diario se evidencian las dolencias que padece la comunidad no vidente y la necesidad de nuestra magnífica Perla del Pacífico para establecer y aprovechar los parques y áreas verdes para proveer una mejor movilidad y conectividad social optimizando la integración social de la ciudadanía en general de Guayaquil y Ecuador.

Bien se podría reunir los talentos musicales con o sin discapacidad visual que alegran la convivencia cotidiana guayaquileña con cantos e interpretaciones con diversos instrumentos, como el ejemplo de la protagonista de la nota mencionada al inicio.

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Al innovar y fomentar la armonía por medio de la música, se estaría refrescando nuestras almas del sofocante calor delincuencial y se aportaría al turismo guayaquileño, promocionando y presentando a talentos en las plazas, en los museos, salas de cultura, conservatorios de música, etc.

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Por medio de estas transformadoras presentaciones musicales se fomentaría y forjaría la culturización guayaquileña, además de promoverse el turismo de la urbe porteña. Considerándose a la música también como cultura, tanto como lo es la danza y el teatro, los juegos lúdicos deben ser incluidos. (O)

Alfredo González Vera, ingeniero civil, Guayaquil