Leo entrevistas en diarios de Guayaquil a presumiblemente expertos en planeación urbana, sobre la peatonalización de todo el centro de dicha ciudad. Me imagino el caos vehicular ante la imposibilidad de cruzar la urbe de sur a norte, y viceversa, desviando el tránsito por la avenidas Olmedo, Boyacá..., hasta empatar con las avenidas Quito y Machala en el centro–este–oeste del puerto.
La peatonalización fue posible en las ciudades alemanas al término de la Segunda Guerra Mundial, por cuanto las más grandes de estas quedaron piedra sobre piedra después de los bombardeos, y los municipios crearon zonas comerciales peatonales (caminables), permitiendo a los proveedores el ingreso de 6 a 8 a. m. y de las 6 a 8 p. m.; y zonas caminables delimitadas por amplias avenidas para el tránsito de tranvía, bus, trole y vehículos privados, que los conectan hacia las afueras del centro comercial y hacia las carreteras y autopistas que unen las ciudades entre ellas.
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Una ciudad como Guayaquil que fue hace dos siglos planificada de manera cuadricular, no es posible transformarla como han propuesto ciertos planeadores urbanos desde hace tiempo. Por ello, la iniciativa privada y los promotores inmobiliarios crearon en la parroquia especial de Samborondón centros comerciales con parqueos privados para sus clientes a lo largo de la avenida Samborondón, incluso hicieron grandes cementerios.
En la medida que Guayaquil se extienda, también se han de construir nuevos cementerios hacia las vías a la costa y Daule. Pero si se quiere hacer atractivo el centro de Guayaquil para vivir en él y no migrar a los barrios periféricos, habrá que hacer atractivo el canon de arrendamiento de acuerdo con la Ley de Inquilinato codificada, en función del catastro municipal en el casco céntrico de la urbe. (O)
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Sucre Calderón Calderón, abogado, avenida Samborondón