En el documento conocido como Fe bautismal del Morro del año 1737, se hace mención de la tradición de celebrar los sacerdotes de Chanduy “con toda decencia las misas y las fiestas anuales a san Jacinto y a la Virgen del Rosario”, cuyas imágenes estaban en la pequeña capilla de casi un siglo de existencia a esa fecha.
La orden de los dominicos, que se había propagado por gran parte de la costa ecuatoriana, inculcó la devoción a dicho santo polaco nombrando al pueblo como San Jacinto del Morro; así consta en los libros de registros bautismales de 1784 que se conservan.
Un patrono al que rezaban una novena, para pedir su intercesión a Dios por la sanación de enfermedades, etc. En época de la gran peste de fiebre amarilla en 1842, las gentes pedían por la salvación de la población. Procesiones llegaban de todos los rincones, familias, para tan importante ocasión religiosa. El pueblo tranquilo se llenaba de bullicio. Campanas anunciaban el paso de las procesiones por las calles y los repiques al ingreso a la iglesia.
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Con el devenir del tiempo, además de la parte religiosa, adquirieron curiosidad los festejos del pueblo, bandas de música, curiquingues, cucuruchos, caballo y vaca loca; los niños se unían con disfraces, complementando el programa con pirotecnia muy sonora y de diferentes efectos. Más de 300 años han transcurrido desde la primera celebración y nada ha desvanecido de la memoria del pueblo morreño esta fiesta porque es la misma identidad que se ha conservado y avivado por generaciones.
El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural tiene en su inventario de bienes inmateriales este festejo. Hoy en día los actos religiosos se llevan a cabo con novena, misas de vísperas y fiesta solemne el día 17 de agosto con la procesión de las imágenes. El pueblo se está preparando.
Así también, perviven las tradiciones populares. (O)
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Lorgia Roxana Vega De La Torre, El Morro, Guayaquil