El embarazo adolescente es un grave problema sanitario público en el siglo XXI. En América Latina y el Caribe existe una población de 140 millones de jóvenes con alta prevalencia en dicho problema. La región tiene la segunda tasa más alta de embarazos adolescentes del mundo, y casi el 18 % de todos los nacimientos corresponden a mujeres menores de 20 años.
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Ecuador ocupa el segundo lugar con mayor tasa de embarazo adolescente de la región. Las madres adolescentes de 10 a 19 años tienen más riesgo de eclampsia, endometritis puerperal e infecciones sistémicas, que las mujeres de 20 a 24 años, y los bebés de madres adolescentes tienen más riesgo de padecer bajo peso al nacer, nacimiento prematuro y afección neonatal grave. En la cifra prepandémica de COVID–19 el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) indica que en el 2019 se registraron 51.711 nacidos vivos de mujeres adolescentes de 10 a 19 años; 1.816 de adolescentes de 10 a 14 años; y 49.895 de adolescentes de 15 a 19 años. Uno de los factores que incide de manera significativa en la situación de vulnerabilidad de las adolescentes es el embarazo no planificado. Otros factores: violencia de género, barreras a acceso a servicios de salud pública, información y consejería; etc. El embarazo en la adolescencia es un trauma muy doloroso, muy difícil afrontar en forma aislada; la atención psicológica es importante para aliviar el sufrimiento. Las madres adolescentes viven las experiencias emocionales y vulnerabilidades en soledad, sin apoyo de psicoterapia. El psiquiatra argentino Salvador Minuchin dijo que los adolescentes padres están incapacitados de asumir responsabilidades que no pueden gestionar. Su potencial de desarrollo, su posibilidad de obtener ingresos dignos y su futuro están en peligro. Es probable que queden atrapadas en un círculo vicioso de pobreza y exclusión, que las afectará principalmente a ellas, pero también limitará las oportunidades de sus hijos. La transmisión intergeneracional de la pobreza contribuye directamente a este problema. (O)
Jaime Galo Benites Solís, clínico intensivista, Guayaquil