No tienes nada que celebrar ni festejar, el cambio de fecha en el calendario no significa nada para un migrante, tu periplo es largo y aún no ha llegado a su fin. Ya vendiste tus vaquitas y tus cerditos para cumplir con el coyote.
Ya intentaste una vez y fuiste deportado, otra vez será. No eres delincuente ni perseguido político, no te has refugiado en embajadas ni tienes sentencias que cumplir, eres un simple migrante que por fuerza mayor abandonaste tu tierra para sobrevivir en otras fronteras con tu familia. No eres incendiario ni traficante ni asambleísta. No morirás, porque serás recordado como se recuerda a quienes emigraron desde Egipto a la “tierra prometida”. Sé que insistirás hasta encontrar un trabajo decente, quizás en tierras que se formaron y crecieron con manos migrantes, y ahora no te aceptan porque ya ni te necesitan y porque tu ingreso alteraría el universo económico social de estos antiguos imperios.
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Bienaventurado tú, migrante, porque representas a las manos limpias de un país que no te ofrece ayuda ni trabajo. Todavía existe población impoluta que representa al ecuatoriano libre de atracos o sentencias.
Bienaventurado porque tu actitud es el mandamiento no escrito en las sagradas páginas de las llamadas religiones. Bienaventurado porque solamente reclamas pan y trabajo para ti y tu familia. Cuando sea poeta te dedicaré un poemario, porque te mereces eso y mucho más. Ahora solamente esta pequeña crónica.
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Bienaventurado seas, migrante, porque ya tienes tu sitio en el cielo, sitio que lo buscaste en forma heroica en este mundo. (O)
Guillermo W. Álvarez, médico, Quito