Desde los cuatro ángulos emergen un montón de hombres y mujeres dispuestos a sacrificarse por la patria chica, entregando todos sus modestos conocimientos adquiridos y sus experiencias, siempre insuficientes, con tal de recibir el más alto honor que cualquier ecuatoriano puede aspirar.

Se mueren de ganas de gobernar un país ingobernable, formado por un Poder Legislativo que engendra pocas leyes y que se la pasa boicoteando todas las iniciativas del Ejecutivo; un Poder Judicial anegado en un mar de corrupción, donde se libera a los culpables y con burla sardónica se castiga a los inocentes; un Poder Ejecutivo que poco ejecuta, que se la pasa rogando préstamos y descubriendo cada día las tristes realidades que nos agobian como país que pretende subirse al vuelo al tren del desarrollo. Además, está el pueblo crónicamente desnutrido, desmemoriado, desempleado, abusado y cansado de promesas que nunca llegan.

Por las alcantarillas citadinas merodean los narcotraficantes regando su polvo maldito para comprar adictos, sobornar a la justicia, secuestrar incautos y prometer paraísos soñados a confiados ilusos.

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Mientras el resto de la grey sigue esperando lluvias salvíficas y un rescate mágico de la oscuridad reinante, la mayoría sigue soñando con tener asambleístas sensatos, jueces probos y un presidente que dirija el país por la senda de la justicia, la verdad y el honor. ¡Dios salve al Ecuador! (O)

Gustavo Vela Ycaza, Quito