Confucio, el gran filósofo chino, enseñó a su pueblo que el camino más correcto, más acertado, es el del medio entre la pena y la alegría: la paciencia. También decía, “no desees que las cosas se hagan de prisa, no te fijes en las pequeñas ventajas”... Desear que las cosas se hagan de prisa impide que se hagan bien. Fijarse en las pequeñas ventajas impide realizar grandes empresas. Todo lo que se hace de prisa, por regla general, sale mal; hasta el amor loco dura poco.

Para todo hay que tomarse su tiempo, con paciencia todo llega, el tiempo pasa igual hagas o no hagas algo.

Recuerdo cuanto mi padre me decía, hijo, la medicina son ocho años de estudio, y con el premédico son nueve. Y pasaron, igual hubieran pasado si yo no estudiaba.

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Los tiempos de Dios y de la naturaleza son perfectos, cada primavera florecen los geranios y es como si sus flores quisieran volar como las mariposas, y cada otoño deshoja los árboles.

Un embarazo demora nueve meses, no hay nada que disminuya su tiempo solamente la paciencia, la tranquilidad, la calma.

Con los hijos también hay que tener paciencia, educarlos para que escojan su camino que todo llega a su tiempo, siempre empujándolos que lleguen a cumplir, con paciencia.

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La vida es tan bella, está hecha de triunfos y fracasos, de aciertos y errores. Las dos cosas te van acercando a lo que tú quieras, pero la impaciencia te frustra, te enferma, pierdes el dominio de ti mismo; no tienes la capacidad de soportar los dolores, las adversidades, los problemas y salir adelante, no amargado, no lleno de rencores, complejos, venganzas, sino optimista, con fe, con esperanza, con solidaridad, que estás en el mundo para seguir viviendo y para realizar cosas buenas todos los días. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, doctor en Medicina y cirugía, Milagro