Tuve el honor de haber nacido en esta tierra fructífera llena de agua, caña, piña y verdor, con un inmenso río del cual disfruté desde la escuela, cuando la Simón Bolívar residía cerca de sus laderas, era un placer trasladarse en balsas desde San Miguel a Chobo y a Yaguachi, todo un poema. Pero ahora ya no es así.
El Milagro de mi infancia con aproximadamente 20.000 habitantes hoy ya tiene cerca de 200.000. El río fue ocupado e invadido por las casas, los edificios y la contaminación. Las alcantarillas son su alimentación en el verano y cuando se desborda nos vuelven sus aguas servidas a la ciudad. Ahí lo veo al señor alcalde y sus concejales con el agua hasta las rodillas tratando de ayudar al que más se pueda con vituallas, alimentación, medicinas; yo también vivo cerca del río y tuve que venirme en pleno carnaval a poner mis cosas a buen recaudo, sin embargo, debo reconocer que gracias a algunas medidas que tomó la actual administración municipal, la inundación no se convirtió en catástrofe. El Municipio tiene que organizar un comité para encontrar una solución a este problema que afecta a nuestro querido pueblo de Milagro.
En cuanto al dengue, que también se reactiva en el invierno, he visto algunos casos. Uno con plaquetas bajas lo reporté al hospital por el peligro del dengue hemorrágico. Por otro lado, hubo dos casos de tuberculosis en dos jóvenes que tenían una tos crónica durante casi un mes, en la radiografía se veían las lesiones tuberculosas y el examen de esputo fue positivo para determinar el bacilo de Koch. Ambos fueron reportados al hospital para que sean tratados con medicina específica para esta enfermedad que solo la tienen los hospitales públicos y me parece bien, porque al detectar los casos se buscan en la familia y allegados otros posibles contagios. (O)
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Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro