El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, con un grupo de personas con propósitos e ideas afines estableció un “buzón secreto” en internet para posibles informantes. Utilizó una plataforma informática, que comenzó a funcionar en diciembre del 2006 publicando más de 10 millones de documentos, relacionados con la guerra, el espionaje y la corrupción; bajo una premisa simple: usar la tecnología para distribuir documentos clasificados por los gobiernos y brindar anonimato a sus fuentes.

Assange como lección

En abril del 2010 se divulgó una noticia trascendente en el mundo, cuando publicó imágenes que mostraban a soldados estadounidenses matando a tiros a 18 civiles desde un helicóptero en Irak; también reunieron la divulgación masiva de documentos militares estadounidenses clasificados sobre la guerra en Afganistán e Irak en julio y octubre de ese año.

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El 19 de junio de 2012 el fundador de WikiLeaks, al escapar de su arresto domiciliario, se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres, país al que solicitó asilo político tras considerar que las acusaciones de acoso sexual por las que enfrentaba cargos en Suecia eran una estrategia para silenciarlo. Esta solicitud fue procesada en un lapso de casi dos meses.

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Mientras, lo que vimos en las pantallas de televisión parecían escenas de una película de espionaje: la policía inglesa sitió la embajada, para detenerlo, incluso amenazaron con entrar al lugar. Después de intensas negociaciones, el 16 de agosto de 2012 Ricardo Patiño, canciller ecuatoriano, anunció oficialmente que el Gobierno de Rafael Correa otorgaría asilo político a Assange. Entre otras, las autoridades de Ecuador indicaron que Assange compartió con el público global información documental privilegiada que fue generada por diversas fuentes, y que afectó a funcionarios, países y organizaciones; además, agregaron que existían serios indicios de retaliación por parte del país o los países que produjeron la información divulgada por Assange, represalias que podían poner en riesgo su seguridad, integridad e incluso la vida. (O)

Nelson Humberto Salazar Ojeda, Quito