La capacidad de asombro de las personas consiste, generalmente, en sorprenderse por cosas nuevas y aprender de ello.

Los actos de otras personas sorprenden cuando, o son relevantes y positivas, o cuando son mediocres y negativos. Aquello que es relevante y positivo nos motiva e invita a aprender de ellos, mientras que los mediocres y negativos producen rechazo.

La política ecuatoriana ha sufrido un deterioro estrepitoso en cuanto a la calidad de sus actores, pero el mayor cúmulo de la degradación, desde mi punto de vista, se ha concentrado en la Asamblea Nacional. En esta institución podemos decir que, casi que sin lugar a equivocarnos, hay muy pocas excepciones con respecto a la calidad de mediocres.

Publicidad

Cuando actúan los mediocres, nos condenan a la triste realidad de presenciar actos y actitudes rechazables y a escuchar barbaridad tras barbaridad. Muchos de estos funcionarios ni siquiera manejan el idioma español adecuadamente, y así pretenden escribir leyes, como los casos de “resolvido” o “descubrido”, por no mencionar un expresidente del Consejo de la Judicatura, hoy condenado a prisión por varios casos de corrupción, que también dijo “rompido”.

Para mejorar como país, es necesario que escojamos a mejores representantes.

Las sorpresas se producen tanto por actos admirables como por actos despreciables: en los admirables se puede aprender; en los despreciables debemos aprender lo que no tenemos que hacer.

Publicidad

La fuente mayor de sorpresas, en la actualidad, es nada más y nada menos que la Asamblea Nacional. Lamento decir que, en mi opinión, son en su mayoría despreciables. No es posible que se escoja, por parte de los partidos o sus líderes, como candidatos a la Asamblea a personas tan mediocres como la mayoría de miembros de esa institución.

Presenciar actuaciones de asambleístas que plantean juicios políticos sin tener los sustentos necesarios para culminar con la sanción al enjuiciado habla mucho de la capacidad de razonamiento de esos asambleístas, de su ego y su mediocridad. Otros asambleístas que sin empacho alguno, vociferando en mítines políticos, acusan de ladrones a mandatarios, actuales y pasados, sin concretar ni mostrar prueba alguna, y luego salen a decir que no les tienen miedo a los enjuiciamientos por calumnia, son otra de las barbaridades que nos toca presenciar.

Publicidad

No se trata de defender a nadie, sino que se trata de atacar la mediocridad.

Si se tienen autoridades mediocres, como en mi opinión y desde lo que se puede observar y leer en las noticias lo son gran parte de los asambleístas, los resultados serán mediocres, es decir, una Función Legislativa sin sentido.

Una Asamblea Nacional donde se crean las leyes que se supone deben beneficiar a la ciudadanía debe ser causa de asombros positivos, debe ser motivo de arrancar aplausos y de generar admiraciones; sin embargo, nuestra Asamblea actual y las inmediatamente pasadas apabullaron y nos dejaron sin nuestra capacidad de asombro con sus actos totalmente mediocres y negativos. (O)

José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito

Publicidad