Yo soy de los que más respeto a ateos y agnósticos porque es su libertad y su elección, más aún cuando veo en algunos de ellos una conducta moral que se apega a las reglas del buen vivir, de la verdad y la justicia. También admiro a los creyentes más aún si son consecuentes con sus principios. A mí, un creyente no tan santo, siempre me fue bien cumpliendo con la mayoría de los conceptos del buen vivir y creyendo en alguien que sobrepasa mis limitaciones humanas y me ha ayudado a vivir.

En el silencio está la paz

Soy médico y comunicador social, cuando me llaman a una emergencia a quien primero invoco es a Dios diciendo: “ayúdame para hacer las cosas bien, de acuerdo a mis conocimientos y a mi experiencia”, y hasta ahora después de décadas de profesión me ha ido bien y siempre agradezco a mi familia y a mi hermano que me mandó a estudiar con los jesuitas, donde aprendí cómo reconocer a la divinidad y me di cuenta de que no hay cosa más reconfortante que Dios.

(...) si Dios está en todo y principalmente en nosotros, ¿por qué temer?

Aprendí a ignorar ciertas cosas que sabía no me hacían bien, porque solo si le das importancia a lo que no te conviene esto te afecta. Otra cosa también aprendí a lo largo de esta bella vida, es a no adelantarme a dar importancia a algo, hasta no tener la evidencia de las cosas, porque más sufrimos por lo que pensamos que va a suceder que lo que realmente sucede.

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El avance de la humanidad

Hay un antiguo escrito en sánscrito de los vedas que dice que Dios duerme en los minerales, respira en las plantas, vuela en las aves, camina en los animales y piensa y ama a través de los hombres; si Dios está en todo y principalmente en nosotros, ¿por qué temer? Si la conciencia siempre nos dice lo que no debemos de hacer y aún así lo hacemos, ya no es culpa de Dios, sino de nosotros al olvidar un principio que es universal: el que la hace la paga y lo que siembras es lo que cosechas. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro