Me permito indicar la metamorfosis emocional de los seguidores de cierta persona política que está ausente, a mi entender se han dividido en tres grupos:
El primero, el de arribistas que lo utilizan como ‘útil’ solo hasta llegar al puesto de su preferencia, entonces, adiós; ya que no lo quieren de nuevo en el país, sería una muy incómoda competencia en sus ambiciones políticas. El segundo grupo es el de los que pese a su preparación académica, capacidad intelectual, no logran discernir, dilucidar, cuantificar el daño moral, económico, social e institucional que los liderados por esa persona infligieron a la nación; perjuicio que gravitará aún por décadas en nuestro diario bregar, con imposiciones serias al magro ingreso que percibimos; en este equipo también pululan incompetentes que necesitan arrimarse a un ente agresivo para aparentar que ‘pueden’ todo. El tercer grupo, el de quemimportistas, los de abajo, que se ganan el pan con el sudor de su frente, los que aguantan el peso de las escalinatas que utilizan los trepadores; no les importa quién sea presidente u otra cosa, al fin y al cabo dicen “igual van a robar como los demás”.
En el caos que batalla Ecuador solo se avizora un rayo de entereza, la fiscal general de la nación, doctora Diana Salazar; mientras esta valiente y distinguida profesional siga luchando contra viento y marea desenterrando esqueletos de corazones ardientes y manos ágiles, cierta persona dejará de ser el supuesto as electorero. No está por demás leer en la historia de Ecuador un verdadero compendio de ambiciones, traiciones y entuertos políticos. (O)
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Luis Arturo Moncayo Figueroa, Santa Ana, California