Recientemente el columnista Inkarri Kowii escribió el texto ‘¿Poliamor? No, gracias’. En él, hace una serie de afirmaciones sobre la práctica del poliamor y del amor en general. Estos argumentos merecen una reflexión.

¿Poliamor? No, gracias

Dice: “El poliamor es una opción de sostener múltiples parejas, con quienes no se sostienen encuentros casuales, más bien buscan mantener múltiples relaciones amorosas de manera simultánea”. Partiendo de esta premisa, Kowii critica que este sistema, busca “someter a control al amor” mediante un “sinnúmero de acuerdos”. También, afirma que el poliamoroso busca eliminar el compromiso, los celos, entre otros, porque quiere “únicamente el placer y bienestar”. Según él, todo esto compromete la espontaneidad y la libertad y, por tanto, el poliamor no es amor. Y así, sugiere que la monogamia es el único sistema relacional donde se puede encontrarlo.

Este es un texto en defensa del poliamor, pero también de la monogamia. Es un texto a favor de la libertad y su intrínseca relación con el amor. En eso coincidimos con Kowii. Sin embargo, él no considera la libertad de los sujetos para escoger, entre el poliamor y la monogamia, ya sea este un invento del patriarcado y el capitalismo o ya sea el poliamor el paraíso de los hedonistas (que no lo es).

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Como se mencionó, el columnista dice que los acuerdos comprometen la libertad. Pero estos son vitales para cualquier relación. Lo vemos en las relaciones laborales, amistosas, familiares y románticas (poliamorosas y monógamas). Algunos acuerdos son tácitos porque se han convertido en la norma. Por ejemplo, existe el acuerdo tácito de que una relación de amistad no es exclusiva. Hay un acuerdo tácito que dicta que dentro de las relaciones familiares no se tienen relaciones sexuales. Llevar una relación romántica va a demandar siempre de acuerdos como ¿nos casamos?, ¿tenemos hijos?, ¿compartimos las cuentas?, o ¿tú cocinas y yo lavo los platos?

Dentro de la mayoría de relaciones amorosas, a menos que se explicite lo contrario, se espera exclusividad. El acuerdo existe aunque no se diga. ¿Cuántos hemos sido infieles? ¿A cuántos nos han engañado? La propuesta del poliamor nace en parte por el deseo de coherencia y transparencia. Esto no quiere decir que siempre sea exitoso. Tampoco quiere decir que todos los monógamos son infieles.

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Sobre el control de las emociones, los monógamos deben controlar su deseo o amor por terceros, pero no critica eso. Ni los monógamos ni poliamorosos podemos evitar “sentir” ni celos ni deseo. Solo podemos controlar cómo reaccionamos frente a estos sentimientos y desde ahí identificar el problema y la solución dentro del marco de los acuerdos.

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Como en la monogamia, el poliamor se mantendrá por compromiso. El deber y cuidado con el otro tendrá lógicas propias. Las personas que escogen ser monógamas idealmente lo harán desde la misma libertad. Sería condescendiente pensar que los monógamos son esclavos de la norma y que los poliamorosos son esclavos de sus deseos. Puede haber casos, pero ¿no es un despropósito hacer esas generalizaciones?

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Kowii no termina de definir exitosamente qué es el amor. Pero sí se lanza, como en el amor, al vacío, a afirmar lo que no es. Finalmente y tomando prestado eslóganes de otras reivindicaciones como “el derecho al aborto no obliga a nadie a abortar”, o también, “el derecho de los colectivos LGTBQ no obliga a nadie a ser LGTBQ”. La reivindicación del poliamor no obliga a ningún monógamo a dejar de serlo. El poliamor y la monogamia son algunas de las alternativas, para que idealmente, desde la consciencia y la libertad, escojamos cómo queremos amar y ser amados. (O)

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Vanessa Terán Collantes, magíster en antropología visual, Quito