La relación entre las elecciones y la democracia es estrecha y significativa, ya que el ejercicio electoral es uno de los principales mecanismos a través del cual se implementa y se ejerce la democracia. Esta última es más saludable en la medida en que los procesos electorales sean transparentes, confiables y seguros.
Aunque las elecciones son un componente crucial de la democracia, estas son una arista de la democracia. Una democracia sana también implica respeto a los derechos humanos, imperio de la ley, separación de poderes, libertad de expresión y participación ciudadana continua más allá de las elecciones.
La Ley Orgánica de Transformación Digital dispone: “La transformación digital constituye el proceso continuo de adopción multimodal de tecnologías digitales que cambian fundamentalmente la forma en que los servicios gubernamentales y del sector privado (...), con el objeto de mejorar la eficiencia, seguridad, certeza, velocidad y calidad de los servicios, optimizando sus costos y mejorando las condiciones de transparencia...”
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Sin embargo, no se debe dejar de considerar los desafíos y riesgos en el uso de las tecnologías en la democracia, que incluyen problemas de privacidad, desinformación en línea y ataques cibernéticos. La transformación digital del voto tradicional al voto telemático tiene el potencial de mejorar el entorno de la democracia permitiendo disponibilidad, simplificación, transparencia, interoperabilidad, acceso a la información, educación cívica digital, participación de grupos marginados, etc.
La tecnología por sí sola no garantiza la mejora de la democracia ni de los procesos electorales. (O)
Raúl Santamaría Salazar, Guayaquil