Han pasado cuatro años en que un mes antes o después de abril el mundo se paralizó por el confinamiento, para evitar que el COVID-19 avance, a pesar de que el virus ya se había expandido sin que los Gobiernos y las personas tengan las armas para detenerlo o enfrentarlo.
La pandemia nos sorprendió cubriendo de luto al mundo. La movilidad se detuvo, las calles se quedaron vacías, las mascarillas cubrieron los rostros. El miedo se apoderó de todos y solo la fe nos sostuvo para saber que todo pasaría y que estaríamos bien.
A cuatro años de la pandemia, en el Cementerio General se recordó a los fallecidos por el COVID-19
Las familias se cubrieron y vivieron solas el dolor, nadie podía visitarse o acompañar a un cortejo fúnebre. Por temor a contagiarse y seguir expandiendo la mortalidad.
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Se estigmatizó a los contagiados, los más valientes tuvieron empatía y acompañaron a sus seres queridos para salir adelante de la mortal enfermedad.
Pasando un proceso para volver la mirada a Dios y volvernos más humanos. Pero no hemos aprendido nada...
Ese fue un abril abrumador, cubrió de tragedia el mundo, los muertos se contaban a diario. Fallecieron en ocasiones parejas, esposos, ancianos. Contagiando el virus a familias enteras.
Las casas se llenaron de un llanto ahogado, solitario, sin abrazos o palabras de aliento. Dos o tres acompañantes llevaron los féretros en soledad. El dolor estuvo presente, marcando la muerte una tragedia inesperada.
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Somos sobrevivientes de una pandemia que vivió el mundo, de cerca vimos la muerte, conocimos el dolor con frecuencia de perder a un ser querido o amigos. La resiliencia nos acompañó y nos enseñó a ser más empáticos.
Pasando un proceso para volver la mirada a Dios y volvernos más humanos. Pero no hemos aprendido nada del amargo suceso. El mundo sigue su marcha dando paso a la maldad que cada día cobra una muerte anunciada a bala, en cada calle de alguna ciudad. Recordemos a quienes emprendieron el viaje eterno en la pandemia. (O)
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Evelio Patricio Reyes Tipán, Santa Elena