Ante la grave situación económica en que se encuentra el país, los iluminados del Gobierno encontraron, como siempre, quién cargue la cruz de todos los problemas: Juan Pueblo.
Panelistas, economistas, ministros y constitucionalistas, todos emiten sus opiniones sobre las diferentes formas de aliviar el gravísimo hueco fiscal que tiene el país. Y Juan Pueblo, como de costumbre, es el chivo expiatorio. Que subir el IVA, que subir el impuesto de salida de divisas, que gravar las gaseosas, entre otras “soluciones”. Sin embargo, ninguno sugiere recortar los sueldos de los asambleístas, disminuir la pila de consejeros que cada uno tiene a máximo uno. Si se postulan a asambleístas, se supone que tienen la inteligencia y conocimiento suficiente para desempeñar ellos el cargo, no sus subalternos.
¿Qué pasó con la reducción del Estado? ¿No sería mejor quedarse con los que son imprescindibles o reducir el número de los ministerios? Milei lo ha hecho de inmediato, ¿por qué Noboa no? Espero que no vengan con la tonta excusa de que “esto es Ecuador y no Argentina”; los buenos ejemplos se deben seguir sin complejos. Somos un Estado pequeño; no necesitamos una burocracia obesa. Todo esto, junto con la eliminación de los subsidios al diésel, así como la eliminación de la malhadada consulta del Yasuní, le darían al Gobierno más que suficientes fondos para solucionar en buena parte todos los graves problemas que afronta en la actualidad.
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Cuando realmente se quiere hacer algo, siempre se encuentra cómo hacerlo realidad. Solo hay que poner manos a la obra y tomar todas esas medidas que no afectan en nada a Juan Pueblo, que ya está duramente golpeado después de la pandemia de coronavirus, la falta de empleo y, ahora, con la gravísima inseguridad del narcotráfico y sus ramificaciones, como sicariato, extorsiones, secuestros, etc. Dejar nuestro mayor recurso económico, el petróleo, enterrado solo por el capricho de unos llamados ambientalistas que ni siquiera socializaron el tema con las víctimas de esta decisión, los de la provincia afectada, apoyados por la negligencia intolerable de la Corte Constitucional, sería como morirse de sed junto a la fuente. El país no puede darse ese lujo en las lanas que está. (O)
Nelly Mercedes Lozada García, Guayaquil