El editorial del 6 de noviembre titulado ‘Débil control en las universidades’ pone en evidencia un problema profundo y extendido en las instituciones de educación superior: la laxitud en los controles internos que permite conductas impropias de algunos docentes. El caso de un profesor de la Universidad Central que cobró un salario durante un año y cinco meses sin asistir a sus labores no es un incidente aislado. Como exprofesor de esa misma universidad fui testigo de situaciones similares, en las que algunos colegas presumían de tener cargos en instituciones públicas como la Contraloría, mientras mantenían contratos de docencia y rara vez se presentaban a impartir clases en la facultad de ingeniería.
Débil control en las universidades
Este tipo de prácticas refleja no solo un déficit en los sistemas de vigilancia interna, sino también un uso indebido de los recursos estatales, un verdadero latrocinio. No obstante, estas conductas no se limitan al sector público. He observado ejemplos de indolencia también en universidades privadas; recuerdo el caso de una profesora que vivía al frente de la universidad y solo aparecía para registrar su entrada y salida, pasando el resto de la jornada en su hogar.
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Es urgente que estos comportamientos sean denunciados y que los organismos de control actúen con firmeza.
Contraloría del Estado advierte sobre presunto nepotismo en la Universidad Central
La educación en todos sus niveles merece integridad y compromiso. Cualquier forma de corrupción o negligencia debe ser erradicada en beneficio de un sistema educativo más justo y responsable, que permita la formación de personas honestas. (O)
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Gustavo Eduardo Salgado Enríquez, Quito