Pretendo siempre estar equivocado, dándole a la opinión ajena un valor agregado, a fin de no condenar una posible salida o solución a un problema que en mi corta visión puedo obviar. Claro está que si dicha solución atenta a mis principios simplemente la considero no negociable, es así como el valor de una vida en mi marco de principios es infinito, el respeto a la opinión ajena no es cuestionable y las ganancias de otros son intocables. Entonces, deseando siempre estar equivocado creo que la consulta se queda corta y puede ser planteada de mejor manera.
Dos papeletas electorales podrían imprimirse en vísperas del referéndum y una consulta popular
En el marco conceptual de la consulta, se deja ver que se toma el problema de la delincuencia como una situación de descomposición de la justicia, y estoy de acuerdo, también se pretende articular a las Fuerzas Armadas del país, aunque ya son actores de control de armas y patrullaje, esto quizás es redundante. Sin embargo, lo que no me queda claro es la parte de los casinos, que por cierto, quienes los eliminaron en una proclama que considero autoritaria y moralista hoy están tras las rejas o ya no se encuentran en el país, así que la ausencia de casinos no nos ayudó como sociedad (razonamiento aberrante de la época), así como tampoco creo que avalarlos hoy sea prioridad en nuestra sociedad.
¿Consultar qué?; ¿que deseamos que el Estado cumpla su función en seguridad?; ¿que deseamos que se haga todo lo posible para restaurar la paz?; ¿que deseamos que la justicia no esté secuestrada por el dinero? No creo que nadie en su sano juicio y con ambiciones honestas responda “no”. Lo único que el Estado debía hacer, no lo hizo.
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Por otro lado, ese gran acuerdo sirvió para el zafacón, y esos moralistas del ayer, hoy enjaulados, que nos dijeron cómo pensar y divertirnos, son los responsables de todo esto. Es decir, el resultado de estos casi 20 años de ensayos para normarnos los pensamientos colectivistas fueron un fracaso rotundo, entonces con la consulta, por más lógica que suene, está condenada, pues querer normar sobre un error es como construir un carro en un andamiaje sin ruedas. A pesar de todas las buenas intenciones de este u otro presidente el carro no se moverá, por esto la consulta, aunque moralmente sea acertada, es redundante, se queda corta y por tanto se vuelve intrascendente. (O)
Luis Alfredo Cuasapaz Aguirre, máster en ingeniería mecánica, Guayaquil