Soy uno de los cientos de afectados que moramos en Urdesa Central y Norte y Miraflores. Señor alcalde, le extiendo una respetuosa invitación a que pasee por Urdesa a pie y sin guardaespaldas, por sus peatonales, especialmente las cercanas al parque Grande, después de las seis y media de la tarde. Lo invitamos a que camine por la calle Jiguas entre las 11:00 y 12:00 del día y se detenga para que contemple cómo los ladrones en moto le arrancan los aretes a una señora de la tercera edad y le pegan a su esposo para despojarlos de todo y luego arrastrarlos para llevárseles el vehículo. Recorra la calle Víctor Emilio Estrada y cuente los letreros de ‘se alquila’ y ‘se vende local’, porque han sido asaltados, están vacunados o, en su defecto, ya nadie va porque no quiere exponerse. Recoja el testimonio de personas humildes que venden periódicos y lotería, ellos son portadores de mejores estadísticas de cuántos robos de accesorios, celulares y más; ellos han sido testigos mudos porque temen por su vida. Hay personas que venden jugos embotellados, y se les llevan desde la hielera de plumafón hasta las pocas ganancias que pueden haber hecho hasta el momento del delito.
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Circule en un taxi viejo, con amortiguación y suspensión gastada y constate que donde usted mandó a trabajar los adoquines la semana anterior, en 20 días están nuevamente hundidos, por ejemplo en Las Monjas y Víctor Emilio Estrada. Frente a un conocido café, iglesia La Redonda, y a todo lo largo de la avenida, es una destrucción permanente, y los vehículos se destruyen. Y ni hablemos de las carreras de buses contra buses, con la habilidad de cualquier campeón de F1.
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En la otra mano, señor alcalde, la mayoría de quienes habitamos todavía en Urdesa lo hemos hecho desde que se fundó hace más de 50 años y creo no equivocarme, en que merecen todo el respeto y consideración de su gestión. Si bien tenemos conciencia unánime de que la parte comercial puede desbordar, lo hará en forma positiva, pero no puede ser que tengamos en ciertos sectores “discotecas” que funcionan hasta las 8 y 9 de la mañana, con su venia y la de la Policía. Las discotecas en cualquier ciudad planificada por un plan regulador no pueden estar en cualquier sitio, pues demandan parqueos que bloquean garajes e interrumpen la tranquilidad de los hogares vecinos que se establecieron, muchos de ellos, hace medio siglo, y su descanso merece respeto.
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Hay discotecas y “discotecas” y algunas de ellas gozan de prebendas para vulnerar las leyes del común vivir bien. Si nosotros hacemos un censo social en Urdesa, habrá presentes y ausentes; presentes: el hampa y los vacunadores; ausentes: la Policía Nacional y agentes metropolitanos.
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Esta misiva no es una crítica a su gestión, al contrario, es una descripción de lo que ocurre en un barrio que otrora fue orgullo de Guayaquil, anidó el negocio de su padre con una gasolinera donde nos atendían con cortesía y respeto, y ahora está camino a no ser un barrio comercial, pues si esto sigue así en cinco años Urdesa será una zona más de tolerancia. (O)
Gustavo Zevallos Baquerizo, ingeniero civil, Guayaquil