La inteligencia se define como la habilidad general de sobresalir en una variedad de tareas, en especial las relacionadas con el éxito en el trabajo escolar.

David Wechsler desarrolló la escala de inteligencia para adultos, escala WAIS (en 1939), es uno de los test designados para cuantificar la inteligencia. La versión actual de esta prueba, escala de inteligencia de Wechsler para adultos-III (WAIS-III), se utiliza para evaluar entre edades de 16 hasta 74 años. Para Wechsler la inteligencia forma parte de la personalidad total y está formada por un conjunto de capacidades que permiten la adaptación del sujeto al entorno. Lo que pretenden medir las pruebas de inteligencia es, según Wechsler (1975), la capacidad del individuo de comprender el mundo que le rodea y los recursos de que dispone a fin de enfrentarse a sus exigencias.

La mediocridad y el asombro en la Asamblea

Alfred Binet, psicólogo francés, pasó años considerando diversas formas de medir la inteligencia. Decidió evaluar las funciones intelectuales más complejas que la discriminacion sensorial, incluyendo la memoria y el razonamiento. Fue el inventor del primer test de coeficiente intelectual. Fue creado en Francia a principios del siglo XX, para identificar a los niños que no sacan el provecho adecuado de la escuelas públicas de París, con la intención de diseñar nuevos programas educativos que los pusiera otra vez. Con práctica, formación y, por encima de todo, método científico, conseguimos aumentar la atención, la memoria , la opinión, y convertirnos en personas más inteligentes.

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Acorde con el neurocientífico Gilbert Gottlieb los genes y el entorno no solo cooperan para nuestro desarrollo, sino que los genes necesitan del entorno o medioambiente para funcionar debidamente. Además descubrieron la capacidad cerebral humana de aprender durante toda la vida y desarrollarlo.

Robert Sternberg, el actual gurú de la inteligencia, afirma que el principal factor para que la gente aumente su competencia, no consiste en una habilidad o talento innato, sino en comprometerse seriamente a lograrlo. Las actividades intelectuales pueden cultivarse a través del esfuerzo. La inteligencia y la personalidad es algo que podemos desarrollar. Que la educación y la práctica rutinaria pueden aportar cambios fundamentales en la inteligencia.

“Estoy cansado de la actitud estudiantil…”

Con práctica, formación y método científico conseguimos aumentar la atención, la memoria y la opinión y convertirnos en personas más inteligentes.

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La mentalidad de crecimiento durante las crisis o épocas malas, la pasión por esforzarse por mejorar, trabajo duro y entrenamiento disciplinado permiten prosperar a la gente, las aptitudes básicas pueden cambiar a través de la práctica y la experiencia.

También hay que subrayar la importancia del riesgo y el poder de la perseverancia, adoptando la mentalidad de crecimiento. (O)

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Jaime Galo Benites Solís, clínico intensivista, Guayaquil