Los consumidores en general no se preocupan de dónde vienen los productos que adquieren ni a dónde van a parar sus residuos una vez aprovechada su utilidad, cuánta basura produce o de qué manera el cúmulo de desechos de las ciudades afecta al medio ambiente y qué se hace al respecto.
Los productos se ofrecen empaquetados de diversas maneras y sus residuos cuando no van a un tacho para que un recolector los deposite en un botadero, pueden terminar contaminando calles, esteros, ríos y océanos. En mingas, el año pasado se recogieron en playas del Ecuador 10.279 kilos de desechos.
La humanidad produce, consume y desecha. Se habla de la contaminación y de la necesidad de reciclar, pero las acciones concretas sumadas no logran ser significativas. Cuántas pilas y baterías se desechan sin ser debidamente tratadas, cuántos dispositivos electrónicos, cuánto material químico, etcétera.
En Ecuador, la competencia del manejo de la basura la tienen los municipios, pero el Ministerio del Ambiente y Agua lleva la política nacional de gestión de residuos sólidos. Con la aprobación del proyecto de Ley Orgánica para la racionalización, reutilización y reciclaje de plásticos de un solo uso en el comercio se dio un pequeño paso que podría contribuir a crear conciencia social. Sin embargo, es clave que se genere conciencia en cada habitante sobre el beneficio que reporta reciclar.
En ese sentido hay que celebrar que desde el sector privado surjan iniciativas como el proyecto GIRA, que fomenta el reciclaje en estaciones ubicadas en supermercados para captar la entrega de empaques PET, tapas, plástico flexible y rígido, espumaflex, papel, cartón, Tetra Pak, vidrio y latas para su disposición final responsable. En general, el desempeño eficiente en el sector privado supera al del sector público y muchos avances provienen del primero. Deberá hallarse la manera de que el reciclaje se convierta en una actividad que genere ingresos y empleos, a la vez que reporta un beneficio para el medio ambiente. (O)