Libertad, suena a libertinaje, a barbarie juvenil... Es sorprendente la cantidad de gente que no entiende lo que significa la libertad.
Muchos padres buenos que procuran educar bien a sus hijos, maestros que procuran enseñar bien a sus alumnos, sin duda en algún momento les han dicho: libres sí, pero todo tiene un límite... Si entendemos bien lo que es la libertad nos daremos cuenta de que el concepto de responsabilidad o de límites está en la propia definición, porque la libertad –la libertad de que habla san Agustín– es la capacidad de dirigirme hacia el sentido último de mi vida, que es la unión con Dios en la eternidad. San Agustín dirá que es el efectivo dominio de los propios actos para ordenarlos al bien de la persona. No es exactamente lo mismo que el libre arbitrio o capacidad de elegir, del que disfruta cualquier persona sin más problemas. Pero hay que tener muy presente que si elijo modos de hacer contrarios al sentido de mi vida, estoy cayendo en esclavitudes. Por lo tanto, lo que es importante, es saber detectar las cosas que me son perniciosas, esto o lo otro me hace daño, no me deja avanzar por el camino de mi vida; hay que limitar las esclavitudes. Pero la libertad no tiene límites. La libertad auténtica cuanto más grande, mejor, a esta libertad no se le pueden poner límites; no hay que tener miedo a esta libertad y al sentido de responsabilidad que está dentro de esa libertad verdadera. (O)
Domingo Martínez Madrid; Girona, España