Un joven nos hizo llegar su hoja de vida, al ojearla me llamó la atención que resaltaba su capacidad de liderazgo. He reflexionado con frecuencia sobre la definición de líder; término muy utilizado para promover una cualidad considerada como imprescindible para el éxito.

Según la percepción general, el o la líder será capaz de tomar las riendas de cualquier conglomerado humano. Su carisma, don de palabra y capacidad de llegar a los demás le permitirán alcanzar los objetivos planteados. Hay tal vez mucho de cierto en ello; hombres y mujeres con cualidades particulares se vuelven atrayentes, convincentes, amados y seguidos por multitudes capaces de manipular, sobresalir, dominar o dirigir.

Desde mi concepción un verdadero líder no es consciente de serlo; no pretende brillar, quiere ayudar a otros a hacerlo; su principal motor es promover el bienestar de los demás; es libre del ensimismamiento de creerse superior o ungido; es feliz sintiendo que contribuye a la felicidad de otros; no cree en jerarquías porque es consciente de que no construyen equipos de trabajo sólidos.

La cualidad que puede mejor definir a un verdadero líder es la humildad, probablemente la virtud más esquiva, porque cuando comenzamos a ser conscientes de nuestra humildad, ya la hemos perdido.

En 1970, Robert Greenleaf, ejecutivo de AT&T, en un ensayo corto titulado El sirviente como líder presentó el término “líder sirviente” definiéndolo como aquel que centra su atención en el desarrollo del potencial de los demás y que reúne características fundamentales: no se considera por encima de los demás, enseña y aprende de todos; se enfoca en los talentos y fortalezas de otros permitiendo que sus compañeros brillen por sí mismos; utiliza su posición para buscar el bien general y no su beneficio personal; siempre está dispuesto a escuchar y aceptar las opiniones de otros; es capaz de explicar en el lenguaje apropiado los planes e ideas; ayuda a otros a sacar el potencial que desconocían poseer; inspira a los demás, con su ejemplo, a servir. Muchos se autodenominan líderes, en realidad no lo son; pueden ser jefes, autoridades, directores de empresas, movimientos políticos, pero no son reales líderes serviciales; su arrogancia y presunción los hace creerse superiores buscando el reconocimiento y el poder alejándose de lo esencial, de la búsqueda de ideales más nobles.

En plena ebullición electoral ya están en la palestra aquellos que quieren conquistar el voto de ese electorado que en su gran mayoría se encuentra sin una brújula, sin verdaderos líderes. Un electorado que es manipulado por ególatras en busca de gloria, dinero y poder, sin interés alguno en servir a los demás.

¿Identifica usted a algún líder sirviente entre las figuras públicas actuales? Debemos identificar y formar a esos líderes para que dirijan nuestras instituciones, nuestras ciudades, nuestro país, nuestro planeta. Aquellos líderes dispuestos a servir. Aquellos que serán siempre capaces de reconocer y dominar su ego. En ocasiones tocará tomar la decisión de pasar al frente. Recordemos: “cuando no hay opciones, probablemente la opción eres tú”. (O)