La crisis de 1999 provocó graves consecuencias económicas y sociales; también dejó importantes lecciones para el país. Dicha crisis fue provocada por al menos cuatro eventos simultáneos en Ecuador: (I) la caída del precio del barril de petróleo a $7; (II) los efectos del fenómeno de El Niño en el sector productivo; (III) el virus de la mancha blanca en el sector camaronero; y (IV) el cierre de 16 entidades bancarias. El colapso de las instituciones financieras fue, ciertamente, el factor más nocivo en esa crisis.

Los orígenes y consecuencias de las crisis financieras han sido ampliamente estudiados desde la Gran Depresión de 1929 en EE. UU. En la década de 1980, Ben Bernanke, profesor de Economía y posteriormente presidente del banco central estadounidense, se destacó por demostrar que las recesiones económicas tienden a empeorar cuando el sistema bancario está debilitado y las empresas o familias están altamente endeudadas. Precisamente es lo que ocurrió en 1999 en Ecuador y en la Gran Recesión de 2008 en EE. UU.

La actual crisis es diferente. La dolarización ha permitido fortalecer las finanzas familiares y empresariales, con bajas tasas de inflación y acceso al crédito. El sector exportador ha logrado consolidarse a pesar de la pandemia, generando un crecimiento de 9,2 % en el monto de las exportaciones no petroleras durante el primer semestre del año. Además, el país cuenta con una banca líquida y solvente, la cual fue capaz de aplazar $10 000 millones correspondientes al 35 % de la cartera de crédito, beneficiando a más de dos millones de clientes.

Aquellos que critican la labor de los bancos por ser muy conservadora e insuficiente deben recordar que no existe un banco central que ejerza funciones de prestamista de última instancia. A diferencia de los países vecinos, aquí los bancos deben resolver cualquier problema de liquidez con sus propias reservas y líneas de crédito. Esta situación obliga a las entidades financieras a mantener altos estándares de seguridad y liquidez, a fin de asegurar los recursos de los depositantes. Los países que poseen monedas sanas y bancos centrales independientes pueden afrontar la actual crisis de una mejor manera. Por ejemplo, el Banco Central de Chile ha dispuesto conceder financiamiento a las entidades bancarias por un total de $40 000 millones condicionado a la entrega de créditos. Este monto equivale al 15 % del PIB chileno.

Entre 2015 y 2020, el sector productivo y el sistema financiero han enfrentado las dos recesiones más fuertes de los últimos veinte años. Tan solo en 2020 se estima una contracción económica cercana al 10 %. Por lo tanto, es oportuno reconocer la buena administración de muchas empresas del sector privado, las cuales continúan operando a pesar de momentos tan turbulentos. El Estado debería incentivar las actividades productivas, en lugar de establecer nuevos impuestos o cobrarlos por adelantado.

Finalmente, esta crisis presenta un desafío sin precedentes en el sector de la salud pública. El próximo Gobierno tendrá la misión de atender la pandemia y renovar el sistema de salud en nuestro país. Se acercan las elecciones. El futuro del Ecuador está en juego. Desde ya hago un llamado sincero al voto responsable. (O)