El Coronavirus, ya presente en la Amazonía, ha empeorado la muy difícil vida de los pueblos que la comparten, según conozco detalles por una información de la agencia noticiosa Zenit, originada en El Vaticano.

La Red Eclesial Panamazónica, REPAM, a la que me he referido en anteriores ocasiones en esta columna periodística, convocó una reunión virtual los días 18 y de 19 del corriente mes de julio, habiendo logrado adhesiones de más de 300 organizaciones originarias de varios países, no solamente de América.

Es importante destacar que, por medio de esta iniciativa, la Iglesia católica continúa cumpliendo su compromiso, varias veces expresado y especialmente ratificado en el Sínodo para la Amazonía, para detener tres de los graves males que la afectan: etnocidio, ecocidio y el extractivismo, según sus investigaciones y conclusiones.

La situación de esa inmensa región está agravada ahora por la presencia del coronavirus, que aumenta el estado de vulnerabilidad de sus pueblos, especialmente los originarios.

Las cifras proporcionadas por la REPAM son: 600 000 contagiados por el COVIDd-19, cerca de 20 000 muertos y más de 170 pueblos originarios afectados por la pandemia, por lo que se procura sumar esfuerzos apoyando a las organizaciones indígenas, colaborando con quienes están interesados en buscar en común y lograr, lo antes posible, acordar soluciones positivas para solucionar los graves problemas que están afrontando.

Cabe recordar las palabras del papa Francisco, a raíz de dicho sínodo, invitando a buscar alternativas y caminos que puedan liberar a tan grande extensión territorial de los múltiples males que la afectan.

Efectivamente, en su exhortación post sinodal “Querida Amazonía”, Francisco expresó y explicó sus cuatro sueños:

Sueño social: defensa de los derechos de los pueblos originarios, de sus territorios y de su identidad.

Sueño cultural: respeto profundo de sus culturas, de su historia, de sus cosmovisiones, para un intercambio que enriquezca mutuamente y permita al mundo tener presente esa diversidad, esa pluriformidad que lo enriquece.

Sueño ecológico: poder proteger la belleza, el misterio de la Amazonía, que es fuente de vida para el mundo.

Sueño eclesial: con una Iglesia mucho más encarnada, que pueda acompañar y vivir en esta realidad, para dar nuevas perspectivas de futuro junto con todos los que ahí habitan.

Con tales motivaciones, desde la REPAM se afirmó que este es un momento especial en el que se debe defender la vida, en clave de justicia, de Reino y de Evangelio.

Se trata de marcar un antes y un después en la respuesta de la Iglesia Católica para defender la vida y el futuro, así como para acompañar a los pueblos y comunidades, especialmente a los más amenazados, en ese inmenso territorio.

¿Se habrá logrado llegar a conclusiones y compromisos serios y posibles que permitan seguir avanzando en la salvación de la amenazada Amazonía y sus pueblos, procurando construir un mundo mejor para ellos y, consecuentemente, para la humanidad?

¿Se conseguirán los objetivos deseados? ¿De qué dependerá?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)