Tan pronto pasaron el susto y el caos de los días de terror que vivió Guayaquil durante marzo y abril comenzó a evidenciarse tranquilidad en los ciudadanos, al punto de que muchos están muy relajados confiando en que ya no hay peligro. La despreocupación por las medidas de protección recomendadas para detener la transmisión del SARS-CoV2 es patente.
Al virus SARS-CoV2 recién lo estamos conociendo. La única manera de combatir su propagación y detener la pandemia es haciendo todo lo que la ciencia y sus expertos recomiendan: distanciamiento social, evitar aglomeraciones, usar mascarilla facial y lavarse frecuentemente las manos. Es la única certeza que tenemos hasta este momento y todas son acciones que se pueden llevar a cabo sin problema. Ninguna requiere esfuerzos superlativos. Es prioritario tener conciencia de que, una vez infectada una persona, la cadena secuencial de transmisión se mantiene multiplicándose.
Anthony Fauci, autoridad experta en enfermedades infecciosas en Estados Unidos, indica claramente en una de sus últimas entrevistas: “Permitiéndote infectarte y no cuidándote, estás propagando la pandemia”. Así de simple. Es cuestión de responsabilidad personal y de tener consideración con los demás.
Dice Fauci que, analizando la demografía de la infección, el grupo que actualmente es el mayor generador de contagio es 15 años más joven que los del inicio de la pandemia. Este grupo es generalmente asintomático y, en caso de desarrollar la enfermedad, lo hará con síntomas muy leves. Hacia los jóvenes deben dirigirse las políticas públicas de prevención, involucrándolos activamente en la educación comunitaria.
Una de las razones del control de la pandemia en Vietnam, aparte de las medidas drásticas que se tomaron desde el inicio, fue la gran campaña publicitaria que incluía no solamente carteles, espacios en televisión, sino también canciones cuya letra y música invitaba a seguir las instrucciones de salud.
Lidia Morawska, directora del Laboratorio de Calidad del Aire de la Universidad de Tecnología de Queensland, sostiene que la propagación del virus también ocurre por aerosoles, y esto sucede con mayor riesgo en interiores con alta ocupación, larga duración, vocalización fuerte y mala ventilación.
Veo mucha gente sin mascarilla en la ciudad y, si la tiene, en muchos casos la utilizan mal. La mascarilla no es una prenda de vestir. Cumple la función de protección personal y colectiva. Por ahora es nuestra única vacuna frente al virus. Debe tapar nariz y boca, y el tejido debe ser, por lo menos, antifluidos.
Es común ver mascarillas que más parecen adorno que medida de protección, que se deslizan al hablar porque no están bien fabricadas o sujetadas. Tampoco es infrecuente verla colocada como babero o colgando de la mano. Muchos dicen que sienten “ahogarse”. Eso es subjetivo. Otros afirman que causan daño porque el aire no se renueva. Eso es falso. Si fuera cierto, los cirujanos vivirían con problemas respiratorios.
No hay excusa que valga. Por el momento depende de nosotros que esta pandemia continúe o se detenga. (O)