En una carta publicada el 14 de abril último por la revista semanal Time, de los Estados Unidos, el dalái lama XIV, líder religioso de más de 600 millones de tibetanos, muchos de ellos exiliados en la India, donde huyeron por la represión del Gobierno de la República Popular China, dice que desde que aparecieron las noticias sobre el coronavirus en Wuhan ha estado rezando por sus hermanos de China y de todas partes; que nadie es inmune a este virus, que todos están preocupados por el futuro de la economía mundial como la de los propios hogares, y que rezar no es suficiente.
Añade el dalái lama: ”El brote de este terrible coronavirus ha demostrado que lo que le sucede a una persona puede afectar pronto a todos los demás seres. Pero también nos recuerda que un acto compasivo o constructivo, ya sea trabajando en hospitales o simplemente observando la distancia social, tiene el potencial de ayudar a muchos... Con el tiempo, este virus pasará, como han pasado ante mis ojos guerras y otras terribles amenazas..., es importante que no perdamos la esperanza y la confianza en los esfuerzos constructivos que tantas personas están haciendo”. Indica que es importante que pensemos en los desafíos a largo plazo a los que se enfrenta el mundo, que debemos cuidarlo y prevenir el cambio climático y otras causas de destrucción, que si nos unimos en una respuesta coordinada y global podremos hacer frente a la magnitud de los desafío. Al buen entendedor, pocas palabras. La vida terrenal –hay que ratificarlo– es transitoria, lo importante es que nuestra transitoriedad no esté alejada de la solidaridad, el compromiso social y la empatía, para ayudar a los que más lo necesitan.(O)
Francisco Medina Manrique, periodista, Guayaquil