Tengo la impresión de que aún no estamos conscientes del momento que vive la humanidad ni de las consecuencias que se deriven de este acontecimiento. Nos estamos quedando en el manido ‘aquí y ahora’ y permanecemos con la venda en los ojos porque tenemos miedo de abrir el telón de un posible mañana, atados a un ayer que se va y sin poder sostenernos en algo que no se vislumbra venir. Estos son días aptos para profundizar temas, tenemos tiempo, quizá, es lo que más tenemos. Preocuparnos del hoy y del más luego nacionales es un deber. Me gustaría que luego de atravesar la encrucijada por la cual caminamos hoy, nuestro civismo se fortalezca, significativamente.
Podemos divagar sobre el pasado, empaparnos a cada minuto de lo que está sucediendo en diversos espacios del planeta, preocuparnos del mañana, del después de unos meses, años, del futuro de la humanidad o, finalmente, en pensar desordenadamente y al mismo tiempo en todo y en nada en particular. Ustedes examínense, amigos, ustedes se conocen, ustedes saben cómo se comportan en estas ocasiones. Yo tengo mi manera especial de proceder porque dependo de ‘mi yo y de mis circunstancias’. Les participo mi mundo, entonces: mis preocupaciones de estos días; mis alegrías y mis temores; mis desilusiones y mis esperanzas. En todo caso, el saber que nuestra mente hace esfuerzos por entender la trascendencia de lo que sucede es ya importante.
-Me tocó ‘el portalón cerrado’ en un espacio amplio, rodeado de vegetación. No siento el encierro, pero trato de imaginarme las circunstancias de cuatro o cinco millones de compatriotas que ciertamente no son las mías; me esfuerzo en pensar cómo harán ellos para sobrellevar tan dura prueba y desde ese escenario entiendo ciertos comportamientos que, de otra suerte, no tendrían explicación.
-Me alegra ser parte de un cambio de época. El mundo en que vivimos no podía durar mucho tiempo, tenía agrietada su esencia. El universo se empezó a quejar, hace mucho y a su manera, con múltiples signos. Hoy ha parado a raya su ‘loco desenfreno’.
-La vida ha sido generosa conmigo. Cerraré mis ojos un buen día con el placer de llevar en mis retinas lo más hermoso de este mundo. Quizá fui cómplice inconsciente de la destrucción del planeta. Es mi ambición ser testigo de un nuevo amanecer para Ecuador, amanecer tal vez gestado con dolor, pero con atributos suficientes para iniciar una etapa más humana y más compatible con los fines de la creación.
-Es hora, presidente Moreno, de que usted busque un grupo de ecuatorianos –que sí lo hay– para que rediseñe el país, para que termine con el pernicioso andamiaje legal que aúpa la corrupción; para que cese en sus funciones a la Asamblea Nacional y asuma ese rol. Es trágica la situación económica del país, sin embargo, el virus de mayor peligro es el que yace en el interior de sus instituciones públicas. ‘Vamos a hacer lo que sea necesario para tener una salida’, dice su ministra de Gobierno. Haga usted, presidente, lo políticamente pertinente para procrear un Ecuador del cual nos sintamos orgullosos. (O)