El mundo se encuentra confinado, en toque de queda, refugiado en sus casas… en cuarentena. El COVID-19 ha sacudido todos los cimientos de una estructura que venía quejándose desde hace un buen tiempo y no había cómo pararla. El sistema estaba en crisis pero no había cómo reformularlo. Ahora es el tiempo. Después de estos días de cuarentena debe salir uno mejor que sea capaz de enfrentar el deterioro del medio ambiente, la inequidad, la violencia, la precariedad, el fracaso del sistema de salud y de educación. Tenemos mucho tiempo para verlo en forma traslúcida cómo una política egoísta, consumista, hedonista y avariciosa ha creado un mundo que hoy cruje al influjo de una pandemia global que no repara en credos, estatus social ni ingresos económicos.

El mundo tiene la obligación de reformular su modelo, este que tenemos no da más.

El impacto y el miedo han llevado a gestos generosos de personas y grupos llenos de codicia. La parca cercana los ha vuelto más sensibles y hablan de donar sus ingresos económicos en provecho de los que menos tienen. Saltan las fallas estructurales de nuestros sistemas de cobertura social y debates en torno a las inversiones en la gente vuelven a emerger como claves para enfrentar este drama global del que no sabemos cómo saldremos y a qué costo. Estados Unidos ha reaccionado tarde y su presidente con escasa empatía para este tipo de crisis minimizó su impacto para terminar prometiendo 850 000 millones de dólares en ayudas directas a sus ciudadanos. Quizás, más interesado en su reelección y no en el destino que puedan dar sus 350 millones de habitantes a esa ayuda orientada hacia el consumo. Esa es la única política que finalmente conocen, cuando tal vez sea ese realmente el problema de una sociedad que corrió a comprar armas para atacar a los desheredados que se quieran alzar con sus bienes, aumentando de paso el consumo de drogas. Bolsonaro, en el país más poblado de América Latina, comparó al coronavirus con “un embarazo que pronto pasará”. No logro entender la relación entre una cosa y otra, pero solo se sacó la máscara de excapitán del ejército de su país. Gobiernos que privilegiaron lo económico sobre una respuesta sanitaria hoy padecen esta peste que pone en jaque el futuro político de sus administradores. Italia, España, Argentina o México son ejemplos de gobiernos dubitativos y temerosos cuya falta de decisión se está cebando en decenas de muertos e infectados.

Esta es una crisis mundial de la que debemos sacar lo mejor. La epidemia nos convoca a mirar la realidad desde un prisma diferente. Más racionalidad, más empatía y alteridad son más que necesarias y urgentes ante un viejo mundo que sucumbe y uno nuevo que nos impele a levantarlo sobre otras bases y compromisos. Hemos agotado el viejo modelo y cualquiera sea la interpretación de la pandemia (religiosa, conspiraticia o económica) ella nos ha desnudado por completo y es el tiempo de vestirnos con un traje distinto al que por mucho tiempo creímos imprescindible y necesario.

La cuarentena puede volvernos más humanos ante la tragedia de la muerte y sacar lo mejor de cada uno. No queda de otra. El mundo nos agradecerá el esfuerzo y nosotros también. (O)