La dolarización es un sistema tan fuerte que ha resistido el más violento ataque jamás imaginado: aquel que provino de las políticas de los años 2007 al 2017, en los cuales si un grupo de premios nobel de economía hubiera sido invitado para diseñar una política para debilitar la dolarización, no lo habría hecho tan bien como lo hicieron quienes condujeron la economía en ese período.
Los salarios subieron muchísimo más que la inflación local. A su vez la inflación local, producida por el gasto público, fue mucho mayor que la inflación mundial. En cuanto al costo laboral, por lo tanto, al no existir tipo de cambio, la política fue de encarecer la producción nacional y hacerla menos competitiva. Golpe a la dolarización. Eso promovía importaciones y castigaba exportaciones.
La dolarización se sustenta en facilitar la venida de divisas: se impuso el ISD que no es un impuesto a la salida sino a la venida de capitales. Se desconoció deuda externa, con lo cual los mercados se cerraron para el Ecuador, y cuando se los abrió, fue a tasas demencialmente altas pues el mercado recuerda esa barbarie y pasa la factura.
La dolarización se sustenta en inversión extranjera: hubo ambiente hostil para la inversión extranjera. La seguridad jurídica fue pulverizada, y episodios como el de Chevron (donde se ha probado manipulación de la justicia en tribunales internacionales), más el lenguaje “antiimperialista” alejaron la inversión extranjera del Ecuador, a tal punto de haber sido el país con la menor inversión extranjera directa respecto del PIB en todo el continente durante ese período. Menos inclusive que Haití.
La dolarización se sustenta en ganar productividad a través de inversiones óptimas. El gran inversionista fue el Estado, que desplazó al sector privado, con inversiones absurdas que en nada han aumentado la productividad de la economía: ampliación de la refinería con sobreprecio, refinería de El Aromo, centrales hidroeléctricas con sobreprecio y sobredimensionadas.
La dolarización se sustenta en una economía libre. El Ecuador cayó en una asfixia regulatoria, en controles del Estado, trámites burocráticos, formularios, trabas y obstáculos para invertir, producir, importar y exportar.
La dolarización se sustenta en un mercado de capitales sano, con tasas de interés libres. Pues hay tasas controladas, que asignan recursos ineficientemente favoreciendo el consumo por encima de la inversión. Hay un sector cooperativo con regulaciones diferentes a las de la banca, lo cual es absolutamente ilógico.
La dolarización se sustenta en la disciplina fiscal: se aumentó el tamaño del Estado más que en cualquier otro país de la región, incluyendo Venezuela. Pasamos del 22 % al 43 % de gasto público consolidado en relación al PIB, y generamos déficits fiscales que llegaron al 8 % del PIB y que todavía siguen en montos de tal magnitud que no son sanos para la dolarización.
Entonces, para sostener la dolarización, y para que esta nos permita crecer, cosa que no podremos mientras se mantenga el esquema heredado, hay que sencillamente dar marcha atrás en las cosas equivocadas que se hicieron durante el período 2005 al 2017 y a fondo, no a medias. (O)