Una de las partes más complejas y difíciles en la recuperación de una persona que padeció de una severa conmoción cerebral es recobrar la memoria y entre ella: la cercana. Lleva un buen tiempo y resulta ser un proceso traumático y prolongado para el paciente y para su entorno. Esta introducción viene a cuento por lo que les está pasando a los argentinos que no logran referenciar lo que les pasó y menos quiénes fueron sus responsables mas cercanos. Hace 4 años Macri era una respuesta a tres largos periodos peronistas en donde los commodities hicieron que la repartija de sus beneficios alcanzaran a muchos que solo tenían gratitud al matrimonio Kirchner convertido casi en una familia real administrando un país gravemente conmocionado. Los últimos años de Cristina fuero un despertar con la realidad. Los precios cayeron, los casos de corrupción fueron más que evidentes y cuando un fiscal iba a destapar la olla podrida no tuvieron mejor idea que asesinarlo. Por todo eso, el discurso de Alberto Fernández –el nuevo presidente– de que la justicia no estará nunca más al servicio de los políticos es un insulto a la memoria cercana y una muestra que cabe muy poco esperar de esta administración que asumió el pasado de 10 de diciembre.

Los argentinos vienen en picada desde hace muchos años y la realidad actual es que no parece posible que dos generaciones por venir sean capaces de remontar las condiciones de un país quebrado en lo ético, administrativo y político. Es difícil admitir algo de optimismo con el mismo equipo que llevó a la Argentina a las condiciones actuales donde casi la mitad de su población es pobre y su nivel de endeudamiento es superior a su capacidad productiva. Es un país agotado, yermo, que busca alocadamente algo de esperanza incluso a costa de la menor racionalidad. Si solo viéramos de dónde provienen los administradores actuales y qué han hecho con anterioridad, nadie en su sano juicio les hubiera dado la conducción de un país. Pero ahí están montados en un barco que navega a la deriva. Las posibilidades de calafatearlo son mínimas y solo les quedará distraer con lo que tengan a mano para responsabilizar a los otros de los males que ellos mismos se encargaron de ahondarlos. Macri no tuvo la capacidad de enderezar entuertos y los mismos que lo ayudaron a conquistar el poder son los que hoy dicen que habría que poner a la Argentina de pie. La memoria les ha vuelto a fallar a los rioplatenses y solo les espera mayor sufrimiento y angustia para repetir el ciclo contrario en cuatro años.

La actual administración está liderada por Cristina Fernández que eligió al candidato a presidente a quien había sido jefe de gabinete del matrimonio en el poder. Ella ha sido clara con él, si hubo corrupción bajo su gobierno Alberto Fernández tendría que haber sido el primero en saberlo y que si ella va presa él también lo deberá acompañar. Chantaje puro y duro. Por eso la justicia maltrecha argentina seguirá su hemorragia y mostrará su funcionalidad al poder político de turno. Ella será la primera víctima de la nueva administración que asumió en la semana. Cristina Fernández manejará la cámara de senadores y su hijo Máximo liderará en diputados. La que mandará en ese país es claramente la vicepresidenta, repitiendo una vieja ópera bufa en la que los peronistas tienen sobradas experiencias.

Hay siempre una memoria antigua de los valores argentinos. Su capacidad de atraer una inmigración internacional que le dio renombre en varias áreas del conocimiento, su destaque en la cultura y los deportes pero todo eso es historia o memoria lejana. La cercana está llena de pesadillas, tragedias, muertes, torturas, pobreza y corrupción. La gran pregunta que queda es: ¿cuándo se jodió la Argentina?