Con ese nombre, hace unos días, fue sepultado el primer bebé no nacido, de tres meses de gestación, en la ceremonia de inauguración y bendición del espacio que el Panteón Metropolitano ha cedido especialmente a la Arquidiócesis de Guayaquil para ellos; porque merecen también ser inhumados y además hay muchísimos más esperando ser cristianamente enterrados, gracias a que la Junta de Beneficencia se ha compadecido de estas criaturas que no llegaron a vivir fuera de sus madres, los recibe cuando son encontrados y los mantiene en congelación.

Bebés en los Corazones de Jesús y de María se llama el apostolado que María Cecilia Lasso Muñoz empezó a gestar con mucha fe hace unos ocho años y que actualmente en acuerdo con la Gobernación del Guayas, la Arquidiócesis de Guayaquil, la Junta de Beneficencia y la Fundación Proyecto Esperanza logra un enorme objetivo al contar con el espacio para tantos niños insepultos, cumpliendo ese anhelo profundo de justicia para estos cuerpecitos de ángeles que se encuentran en tantos lugares de la ciudad.

Cuando una persona es muy pobre, a veces se utiliza la expresión “no tiene dónde caerse muerto”, es decir, no posee dinero ni para su propio entierro. Cuando esto ocurre en la realidad, surge la solidaridad de familiares y vecinos para suplir la carencia y logran hacer el sepelio. En el caso de estos bebés, es un milagro de amor el que haya personas interesadas en dar un destino digno a los cuerpecitos de esos niños, que como expresó María Cecilia en su discurso: “… no vieron la luz de este mundo por un paso tan leve entre nosotros, un vuelo tan rápido, que nadie tuvo el tiempo para decirles ‘hola’, ni ellos para decir un ‘adiós’”.

Además, no solo constituye una de las siete obras de misericordia corporales o materiales que los católicos estamos llamados a realizar: enterrar a los muertos, sino, además, de justicia para estas criaturas cuyo derecho a la vida se discute, se conculca y se viola cuando sus propias madres deciden eliminarlos. Si nuestra Constitución defiende la vida desde la concepción, también debe reconocerse el derecho a su sepultura cuando el aborto es involuntario y cuando se encuentran estos cuerpecitos abandonados.

La Fundación Proyecto Esperanza nació en Chile y ya funciona en nuestra ciudad y en otras del país. Su misión es brindar apoyo psicológico, moral y humano a las madres que han abortado voluntariamente y de pronto se encuentran con los tormentos del síndrome posaborto. Esta fundación las acompaña y hace seguimiento hasta su recuperación con programas adecuados a las necesidades personales de estas madres, ayudándolas a perdonarse y a veces capacitándolas para ayudar a otras en situaciones similares a las ya superadas por ellas.

Lidiar con estos profundos dolores humanos no es fácil y no todos podemos hacerlo, requiere un amor inmenso y gran capacidad para comprender y consolar. Solo con la luz de Dios es posible avanzar y con los corazones de Jesús y de María, según María Cecilia. (O)