En las últimas semanas se ha generado un gran debate en relación con las capacidades operacionales del Gobierno Nacional para precautelar la seguridad integral de los ecuatorianos. Este tema ha cobrado relevancia porque, luego de los desmanes generados por los agitadores de las manifestaciones del pasado octubre, se evidenció que algo no estaba funcionando bien dentro de las instituciones.
Esto no debe ser entendido como una coincidencia o un desperfecto del sistema. De hecho, es todo lo contrario. El correísmo intencionalmente desmanteló todos los sistemas de seguridad nacional para instaurar uno que sirviese solo a fines partidistas, al estilo de la Gestapo.
La entonces Secretaría Nacional de Inteligencia solo respondía a un líder supremo, sumido en rencores y obsesiones ideológicas fracasadas. Ahora podemos ver los resultados de las acciones generadas por esta institución, como la utilización de fondos públicos para espionaje y persecución política. La inteligencia de Estado se puso al servicio de la eliminación de los derechos civiles en Ecuador.
Moreno declaró hace dos semanas que la inteligencia falló y tiene razón. No solo que falló, sino que el aparato fundamental de inteligencia que debería de existir en nuestro país apagó su luz hace muchos años y, por ende, es una institución que aún funciona a ciegas. Esto supone una gran debilidad para el Gobierno al momento de enfrentarse a insurgentes, como los venezolanos que Maduro envió para desestabilizar nuestras calles.
Que no nos sorprenda que este sea el modus operandi de los seudorrevolucionarios del socialismo del siglo XXI (SSXXI), porque se ha confirmado que el chavismo tiene un aparato agitador y otro financiero que genera estructuras de apoyo para los grupos violentos que vemos presentes hoy en día en la región. Algo muy importante que debemos asumir es que lo que estamos viviendo no es un problema local ni aislado. Las convulsiones violentas son parte de una agenda regional desestabilizadora, como ya lo he mencionado en anteriores ocasiones.
Estos han sido sumamente astutos. Se envolvieron en la bandera de las causas sociales y desgastaron la popularidad de gobiernos enteros, para poder encubrir los malogros de las dictaduras criminales. Esta rueda criminal empobrece a los ciudadanos, día tras día, mientras el socialismo del siglo XXI hace millonarios de la noche a la mañana a todos los dirigentes de su corrupción.
No solamente es Ecuador, también son Chile, Argentina, Colombia, Bolivia e inclusive España, con los motines en Cataluña. Quien sea que trate de evaluar estos síntomas de convulsión como simples manifestaciones de descontento social caerá en la trampa que vilmente han tendido los chavistas.
La enfermedad no es local, es de toda la región y solo nos podemos curar si luchamos contra quienes tienen como meta acabar con la democracia, depurando efectivamente de nuestras instituciones a quienes tanto daño nos han hecho por más de una década. O eliminamos el socialismo del siglo XXI de toda América Latina, o se reproducirá como un virus a nivel mundial. (O)