Mientras observo imágenes que desde el viernes se difunden al mundo de lo que está ocurriendo en Chile, vienen a mi memoria por su alarmante similitud, las de lo ocurrido en el Ecuador, en las que la debacle social y anarquía se adueñaron por más de una semana de nuestro territorio, alterando la tranquilidad y sumiendo a la mayoría de los ecuatorianos en el temor de convertirnos en víctimas de hordas de violentos y saqueadores. 

La conmoción que causan las noticias de la televisión de Chile da cuenta del caos y especialmente del desorden organizado que cronológica y sistemáticamente se fue apoderando de ciudades y regiones de ese país, con ataques incendiarios a bienes públicos y privados, cortes de vías, saqueos a supermercados y centros comerciales, que no parecen la expresión espontánea del descontento sino tácticas previamente planificadas; ambiente en el que también hubo agresiones injustificadas a los representantes de los medios de comunicación chilenos que intentaban cubrir la desbordada “protesta social”, con origen en medidas de orden económico. Estas increíbles coincidencias que se han presentado en las expresiones de protesta en nuestros países, con un  libreto similar escrito desde las sombras, se convierten en expresiones de terrorismo urbano, mutando la legítima protesta social hacia una expresión inaceptable de anarquismo que persigue por medio de la fuerza, quebrantar el principio de autoridad de gobernantes elegidos democráticamente por el pueblo y  desestabilizar las instituciones republicanas en nuestros países, para favorecer intereses externos que corresponden ser develados por los organismos de seguridad e inteligencia de cada Estado y, que de comprobarse la amenaza continental, debe ser enfrentada con firmeza y denunciada a la comunidad internacional. 

La desigualdad social de los países en nuestra América no debe ser utilizada para exacerbar los enfrentamientos y menos inspirar patrones de violencia. Es momento de buscar con urgencia y en democracia espacios de concertación para dialogar sobre mecanismos para corregir las inequidades que están produciendo estallidos sociales, cuya legitimidad se desnaturaliza por la similitud de las expresiones anarquistas en las protestas y que pudieran tener un hilo conductor violatorio del principio de la libre autodeterminación de los pueblos, buscando interferir en los estados soberanos para exportar modelos fracasados bajo el auspicio de potencias con afanes geopolíticos inconfesables, que actualmente los respaldan.(O)

David Gustavo Rodríguez Ycaza,

doctor en Jurisprudencia, Guayaquil