Juan Manuel Santos, expresidente colombiano y Premio Nobel de la Paz, es ahora miembro de la Comisión Global sobre Políticas de Drogas, habiéndose sumado en los últimos días a la tesis de que hay que legalizar las drogas con el fin de “controlarlas mejor”. Si bien el pensamiento de Santos mantiene las recomendaciones de otros especialistas en el tema, es importante analizarlo en su contexto general, toda vez que argumenta que una guerra que no se pudo ganar en 40 años (en alusión a la lucha contra el narcotráfico en Colombia) es una “guerra perdida”, y agrega que a pesar de que “hemos sido los que hemos puesto más muertos, más sangre y más violencia, seguimos siendo el primer país exportador de cocaína a los mercados mundiales”.

La Comisión Global sobre Políticas de Drogas es un organismo independiente conformado por líderes políticos, figuras culturales y empresariales que viene sosteniendo hace muchos años que la guerra global contra las drogas y específicamente la criminalización y la represión de la producción, tráfico y consumo de drogas ilegales han fracasado de manera reincidente y absoluta, alentando a los gobiernos a que impulsen modelos de “regularización legal de drogas”, en especial de la marihuana, con el fin de disminuir el poder del crimen organizado y salvaguardar la salud y la seguridad de sus ciudadanos, habilitando al mismo tiempo programas educativos y preventivos que limiten la atracción impúdica especialmente en niños y adolescentes respecto del consumo de drogas.

Uno de los puntos esenciales en este planteamiento alternativo de las políticas sobre drogas es la posibilidad de que los drogadictos y consumidores tengan acceso a los servicios de salud y tratamiento que requiera su adicción, de forma tal que se encuentren disponibles los tratamientos que los últimos avances en salud pública recomiendan, posicionando el problema como una cuestión pública en lugar de un mero cálculo de criminalidad. Se cita con frecuencia el ejemplo de Portugal en su gestión de descriminalizar el uso y posesión de las drogas, con la novedad de que en lugar de recibir una pena privativa de libertad, se impulsaba al drogadicto a recibir tratamiento; lo que podría haber parecido una propuesta llamativa pero ingenua, terminó convirtiéndose en un referente al momento de repensar el problema de las drogas, a tal punto que Portugal ha sumado en los últimos años más de 40.000 personas rehabilitadas de su adicción.

En esta discusión hay algo que resulta clave incorporar y es la certeza de que si no existe un programa de salud de índole social y rehabilitación, el problema de las drogas se convertirá, cada vez con mayor fuerza, en una herida insostenible en sociedades como la nuestra, en donde el microtráfico y el consumo golpean a los sectores más vulnerables. Entender un HEcuador sin la H, como lo pregona una organización social, es cuestión de supervivencia.

(O)