Desde el 12 hasta el 15 de junio, que está corriendo, se ha realizado en el Vaticano una importante reunión del papa Francisco con los representantes pontificios ante los estados y organismos internacionales, denominados nuncios.
Aprovechando la ocasión, les ha entregado, para ellos y también para sus respectivos colaboradores y, en general, para obispos, sacerdotes y personas consagradas, que se encuentran en todas partes del mundo, un decálogo.
Comenzó explicando que el nuncio es un hombre de Dios y, por tanto, debe vivir por las cosas de Dios, dedicarle humildemente todos sus recursos, aceptando generosamente los sufrimientos que surgen como resultado de la práctica de su fe en Él.
Un nuncio no engaña ni defrauda al prójimo, no se entretiene con chismes y calumnias y mantiene la mente y el corazón puros.
Representa a la Iglesia y, en particular, al sucesor de Pedro, siendo un contrasentido que ostente lujos mientras hay personas que carecen de lo necesario. Su mayor honor es ser “siervo de todos”.
Debe ser humilde, dejando de lado sus opiniones personales y representar el rostro, las enseñanzas y las posiciones de la Iglesia y defenderla valientemente cuando intenten desacreditarla, difamarla o calumniarla.
Tiene que luchar contra la indiferencia que encuentre a su alrededor, recordando que su misión apostólica será procurar la salvación y santificación del mayor número de almas.
Necesita intentar y ser imparcial y objetivo, para que las partes que se le dirigen encuentren en él al árbitro correcto, sin dejarse involucrar negativamente.
No deben encerrarse en las nunciaturas, tienen que salir al encuentro con las personas.
Note usted que, en esto, Francisco es reiterativo en sus mensajes a los sacerdotes y religiosos.
Simboliza la presencia del papa entre los fieles y en las poblaciones, siendo incompatible con sus funciones criticar al papa, tener blogs o incluso unirse a grupos hostiles a él, la curia o la Iglesia de Roma.
Deben desarrollar capacidad y agilidad para promover o adoptar una conducta adecuada a las necesidades del momento sin caer en la rigidez mental, espiritual y humana, o en la flexibilidad hipócrita y camaleónica.
Les corresponde seguir el estilo de vida de Jesús de Nazaret y tener conciencia de llevarlo con ellos, como enseñó el papa Paulo VI, hoy san Giovanni Battista Montini, lo que se consigue con desapego de uno mismo, una relación constante y particular con el Señor y la unificación de la vida en torno a Cristo.
La caridad prudente debe llevarlos a estar atentos a la hora de aceptar regalos que les ofrecen para ofuscar su objetividad y, en algunos casos, para, desafortunadamente, comprar su libertad. Ningún regalo debe “esclavizarlos” y los instó a no aceptar presentes demasiado caros o destinarlos a la caridad.
Concluyó recalcando que se requiere que el nuncio sea humilde y les citó las Letanías de la humildad, redactadas por el cardenal Rafael Merry del Val, secretario de Estado, colaborador de san Pío X.
¿Tendrá el resultado que ha buscado Francisco? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)