Nuestro invitado

Después de dos años de bambolearse en un tempestuoso mar de culpas y vergüenzas heredadas, el Gobierno Nacional no atina a corregir el rumbo y su barca oscila a la deriva, sin derrotero, o al menos es la impresión que deja su ruta zigzagueante que no permite adivinar adónde va; solo rogamos que él sí lo sepa, y que su atolladero sean los vientos embravecidos de la política, manchada con tanta corrupción y sinvergüencería.

Tal vez falló al delegar responsabilidades y escoger los miembros de su equipo de trabajo, por eso su gabinete y especialmente los ministros no han cumplido ni de lejos lo que de ellos se esperaba; algunos porque no tuvieron tiempo de aprender a serlo, y otros simplemente no dieron la talla. Salvo dos o tres excepciones, la mayoría parece malgastar su tiempo en esconder y hasta justificar los constantes errores, los propios y los del Gobierno, y camuflar deficiencias y desatinos con supuestas soluciones que generalmente provienen de la Presidencia, y que padecen la obsesión por regalar pescado sin ocurrírsele enseñar a pescar, pero claro, para lo segundo habría que dominar esa destreza, y me temo que no es ni remotamente una de las habilidades de nuestro presidente.

Así, de tumbo en tumbo la travesía alcanzó ya la mitad del camino, pero todavía faltan otros dos años para acoderar el maltrecho esquife, y le costará muchísimo llegar a puerto sin ayuda. Requiere un nuevo impulso, algo que le permita arrostrar las traicioneras olas y los agresivos vientos que pretenden malograr su periplo. Sí, el Gobierno necesita un salvavidas, una mano, una boya que le ayude a mantenerse a flote, pero ese salvavidas solo puede provenir de sus propias acciones, decisiones que deberá asumir con valentía y responsabilidad, despojándose de cálculos políticos y de ese impúdico miedo de ofender a los poderes que lo presionan obligándolo a desentenderse de su pueblo, de aquellos que confiaron en él y todavía rezan porque finalmente se muestre aquel salvador que un día votaron.

La estrategia sería entonces dar un fuerte golpe de timón, que se sienta, que genere ruido y provoque cambios radicales que puedan ser percibidos y valorados por las grandes masas populares. La mejor opción es enrumbar hacia el sector agropecuario, porque a este se pertenecen las dos terceras partes de la población económicamente activa, es decir, más de cinco millones de ecuatorianos que estarían agradecidos incondicionalmente con el gobierno que promueva su rehabilitación y su reinserción plena y justa al aparato productivo nacional, como una de las fuerzas con mayor capacidad para generar empleo, oportunidades laborales, equidad, soberanía alimentaria y justicia social.

Necesitamos resarcir al ministerio de Agricultura, señor presidente; demandamos un ministro con probada capacidad profesional y vasta experiencia, un ministro con bagaje técnico más que político, que pueda identificar los problemas y proponer soluciones, no parches ni disfraces; que su acción se convierta en el faro que lo guiará a puerto seguro, con el reconocimiento de toda su tripulación y de la población entera, que finalmente celebraría la evolución de un pueril presidente a un ponderado líder. (O)

* Ingeniero agrónomo.