El 10 de junio se cumplen cien años de la trágica desaparición física de Medardo Ángel Silva, cuando apenas había cumplido veintiún años. Las enigmáticas circunstancias de su muerte son parte de la leyenda y están teñidas por la pose fúnebre de este modernista. Pero lo centralmente importante, a partir de las rememoraciones y homenajes que se harán al escritor guayaquileño, es que volvamos a leer sus poemas, sus crónicas y sus estudios críticos, pues debemos ir a su obra y resaltar en ella la singularidad de su trabajo, que es donde radica el valor de los literatos que trascienden.
Pues no es con abstracciones como se comprende a los grandes autores: dice poco encasillar a Silva como modernista o literato precoz, o concentrarnos en su problemática condición de mulato. Lo crucial es leer y releer sus textos y percibir la tarea, casi artesanal, con que el poeta construye su estilo, percibir la sensibilidad para llevar a los lectores a mundos con marcas exóticas de culturas y parajes lejanos, pero también con el realismo en el que un joven no sabe cómo enamorar a la empleada de una tienda, o la delicada capacidad para observar las calles a partir de las tradiciones del barrio.
Debemos leer y releer al cronista que en las páginas de El Telégrafo entregó a sus conciudadanos elementos para entender qué mismo era la vida moderna en el puerto de Guayaquil y qué problemas traía. Según Silva, el desmedido afán por los avances materiales contradecía el desarrollo del espíritu, y –como escritor moderno que empezaba a ser– veía hacia adentro lo que pasaba en la ciudad. Es claro que los logros tempranos de Silva deben ser enmarcados en su afán por hacer que la literatura, las artes y la cultura ocupen un lugar especial en la sociedad. Silva abogó por la ilustración de la población.
El próximo lunes, el núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura, presidido por Fernando Naranjo, ha preparado el programa Soy Medardo, un homenaje al poeta en el centenario de su muerte (por cierto, Abel Romeo Castillo, desde ese mismo espacio institucional, fue el intelectual que más hizo por divulgar todas las facetas de la obra de Silva). Desde las 09:00 doce pintores plasmarán en una pared del edificio el mural El alma en el muro. A las 10:00 se proyectará la película Medardo, dirigida por Julio Ortega. A las 17:00 se iniciará un recorrido por los lugares en que vivió Medardo en el centro de la ciudad.
A las 18:30 se presentará la revista Cuadernos de la Casa y se realizará un conversatorio en el que Wilman Ordóñez abordará las tendencias musicales en el tiempo de Silva, y Enrique Riera discutirá el proceso legal post mortem del poeta. A las 19:00 habrá un espectáculo escénico con la intervención musical de Luis Silva Guillén y Sol María Silva, ambos músicos familiares del poeta, y se ofrecerán estrenos a cargo del Ensamble Vocal Arpegio. Este ‘momento Silva’ (la Universidad de Cuenca también organizará, del 11 al 13 de junio, una celebración del poeta) es una oportunidad para releer a un escritor grande. (O)