Un editorial de este Diario resumió en una frase el mejor homenaje que debemos hacer a un hombre como Julio César Trujillo: no llorar su muerte, celebrar su vida. Su maravillosa capacidad de reír era equivalente a su capacidad de luchar por lo que creía. Hoy generaciones de jóvenes que desconocían quién era lo reconocen como el adalid de la lucha contra la corrupción, el cinismo y la impunidad. Celebremos su vida y la de todos nuestros queridos viejos, mujeres y hombres, honestos y trabajadores, que han contribuido con su esfuerzo y afecto a nuestro país y a nuestras vidas: padres, maestros, amigos.
Hoy es el cumpleaños de mi padre, Edgar, y con la venia de todos quisiera en este espacio celebrar su vida. Hombre extraordinario, profundamente orgulloso de sus raíces manabitas, supo abrirse camino enfrentando adversidades. Desde niño asumió las riendas de su vida. Trabajó día y noche, sobreponiéndose a la enfermedad y al cansancio, para garantizar la alimentación y educación de sus hijos. Lo recuerdo cargando agua en baldes para abastecer nuestra casa o apresurándose en las mañanas para lograr asientos en el bus y evitar que viajáramos apretujados hasta la escuela. Aprendí sobre las esdrújulas, las graves y las agudas en aquellos viajes diarios. En las noches nos dormía repitiéndonos frases que obtenía escudriñando libros para convencernos de que seríamos capaces de hacer aquello que nos propusiéramos. Siendo universitaria lo acompañé a su graduación de bachiller; años después se graduaría de abogado, dándonos una de las más grandes lecciones que como padre podía ofrecernos: ni la enfermedad, la edad, el trabajo o las responsabilidades son limitantes para alcanzar los sueños.
La solidaridad ha sido su bandera y la honestidad su guía. Su lucha permanente por defender a quienes considera los más vulnerables nos volvió solidarios. Nos enseñó que contar con familia y educación nos volvía seres privilegiados con la responsabilidad de apoyar a los menos favorecidos.
Es un luchador y siempre lo será. Ha transitado un largo camino con aciertos y aprendizajes que han moldeado el ser humano que es. Un ser humano con un alma bondadosa que se siente imperfecto, queriendo volver el tiempo atrás para corregir aquello que considera podría haber hecho mejor; pero un buen padre no es quien no comete errores, es aquel que se esfuerza por cumplir esa misión de la mejor manera. Con sus varias décadas encima se ha ganado el título de padre. Esa clase de padre que ayuda a construir mejores sociedades y que debe ser honrado por sus hijos y valorado y respetado por una sociedad consciente de la valía de sus personas mayores. Una sociedad que descarta a sus ancianos perderá el bagaje de sabiduría que dan los años y la experiencia. Celebremos hoy la vida de aquellos queridos viejos que tengamos junto a nosotros.
Querido padre, seguramente el abuelo estaría orgulloso de ti como nosotros lo estamos; somos adultos ahora y recorremos el sendero de la vida con nuestros aciertos y aprendizajes; pero tranquilo, tenemos enraizadas en nosotros la lealtad, honestidad y solidaridad que tú y nuestra madre sembraron. Todo mi respeto, admiración, agradecimiento y amor para ambos. Feliz cumpleaños.(O)